Entre la gran variedad de vanguardias que se gestaron en el siglo XX, tal vez ninguna haya tenido tanto alcance como el surrealismo, un movimiento cuyo inicio está marcado por la publicación del Manifiesto Surrealista de André Breton, el 15 de octubre de 1924, donde los sueños y el subconsciente tienen un valor clave, y que sería una enorme influencia estética y hasta ideológica para muchos artistas y pensadores de Hispanoamérica y Europa.

A 100 años de la publicación del primer Manifiesto Surrealista, te invitamos a emprender un breve repaso a este histórico movimiento, para conocer o recordar cuáles son sus valores centrales no sólo en el ámbito estético, sino también en su dimensión ideológica. Además, mencionaremos su relación con las obras de algunos grandes autores, como Albert Camus, en el ámbito de la filosofía, y poetas como Federico García Lorca, Pablo Neruda y Octavio Paz, en el ámbito de la poesía.

Una vanguardia gestada desde lo onírico

Por la década de 1920, París vivía su apogeo como capital cultural del mundo, por lo que no es de sorprender que fuera allí donde se gestara el surrealismo, de la mano de Breton como su principal teórico, y con el respaldo de autores como Paul Éluard y Louis Aragón, en las letras, así como Joan Miró, en las artes plásticas.

Como influencia directa, fue clave la obra y visión de Gérard de Nerval (1808-1855), quien ya desde el romanticismo decimonónico había descrito el estado de "ensoñación 'supernaturalista'" bajo el que escribió su célebre novela Las hijas del fuego (1854), y que para Breton había encarnado con décadas de anticipación el espíritu del movimiento, así como Guillaume Apollinarie (1880-1918), que dio nombre al surrealismo al acuñar el término en 1917 para designar a este grupo de artistas fascinados por el mundo onírico y el psicoanálisis de Sigmund Freud.

¿Qué es el surrealismo?

El surrealismo, según Breton en el primer manifiesto, se define como un "automatismo psíquico puro" que intenta expresar el "funcionamiento real del pensamiento", impulsado por la búsqueda de una liberación total del espíritu a través del mundo onírico y el inconsciente, dejando de lado las ataduras morales y la lógica racional, propios de la vigilia y, por tanto, de la vida cotidiana.

Como principal método creativo, los surrealistas acuden a la escritura automática, la cual busca acercar los lindes del inconsciente en la vigilia, escribiendo tan deprisa sin siquiera detenerse a pensar lo que se escribe, dejando que el lenguaje aflore por sí mismo. Este método, insiste Breton, permite crear "las más bellas imágenes", aquella en que dos elementos sin relación aparente arden juntos, donde cuanto mayor sea la arbitrariedad, mejor lograda se considera la imagen.

De igual manera, está muy presente la creación de imágenes con una fuerte carga onírica, a menudo con yuxtaposiciones imposibles, con miras a generar un efecto que provoque y perturbe al lector, invitándolo a abandonar la seguridad del pensamiento racional para sumergirse en lo inexplicable.

A nivel ideológico, el surrealismo mantiene una estrecha relación con la rebeldía, una actitud desafiante ante convencionalismos y toda forma de orden impuesto, con la libertad de acción como estandarte. Aspira a transformar la realidad o, mejor dicho, "cambiar la vida", tal como pregonaba Arthur Rimbaud (otro precursor del movimiento, punta de lanza del simbolismo francés).

Camus: el surrealismo como rebelión

El filósofo y narrador Albert Camus (1913-1960) es uno de los autores que reflexionó de forma más crítica sobre el surrealismo. Aunque nunca se consideró a sí mismo como un surrealista, en su obra El hombre rebelde (1951), dedica un análisis profundo al movimiento, resaltando sus puntos más luminosos y sus sombras.

Para Camus, uno de los aspectos fundamentales del surrealismo es la rebeldía, que en esencia es el camino para ese nuevo mañana que imagina la rebelión constructiva, la cual en su visión debe tender hacia la creación de sentido y no hacia su disolución en el absurdo.

El autor de El hombre rebelde considera a Arthur Rimbaud, o más bien, solamente a su obra y no al mito en que se convirtió el 'niño terrible', como el que trazó el camino seguido décadas después por los surrealistas, aunque "a la manera fulgurante con que la tormenta revela la linde de un camino". No duda en referirse a él como "el poeta de la rebeldía, el más grande". Sin embargo, lamentó que hubiera decidido abandonar la poesía, el silencio, para convertirse en un "traficante burgués", sometido al degradante orden del mundo.

En esa línea, Camus criticó a los surrealistas por alimentar la mitificación de Rimbaud, y en última instancia, por desembocar en una suerte de culto a la sinrazón, en alusión al inconsciente, y "hacer de lo irracional un método", por la escritura automática.

"Estos grandes herederos del romanticismo han pretendido hacer ejemplar la poesía y hallar, en lo que tenía de más desgarrador, la verdadera vida. Han divinizado la blasfemia y transformado la poesía en experiencia y en medio de acción", sentencia Camus sobre los surrealistas.

Residencia en la Tierra de Neruda: un país de sueños

El chileno Pablo Neruda (1904-1973), una de las voces más poderosas de la poesía del siglo XX, publicó en 1933 su Residencia en la tierra, que reúne poemas escritos entre 1925 y 1931, con un lenguaje íntimamente ligado al surrealismo.

Hay que aclarar que, al igual que Camus, Neruda no se consideró un surrealista, pero la estética e ideología del movimiento marcó una notoria influencia en su obra, especialmente en Residencia en la tierra.

Con un lenguaje oscuro, cargado de metáforas oníricas y una persistente sensación de extrañeza, el poeta chileno emprende la búsqueda de "un país extenso en el cielo", con escenarios donde lo cotidiano adquiere tintes fantásticos y se mezcla con lo perturbador, como se observa en su poema 'Caballo de los sueños':

"Qué día ha sobrevenido! Qué espesa luz de leche,

compacta, digital, me favorece!

He oído relinchar su rojo caballo

desnudo, sin herraduras y radiante.

Atravieso con él sobre las iglesias,

galopo los cuarteles desiertos de soldados

y un ejército impuro me persigue.

Sus ojos de eucaliptos roban sombra,

su cuerpo de campana galopa y golpea.

Yo necesito un relámpago de fulgor persistente,

un deudo festival que asuma mis herencias".

Paz: Libertad bajo palabra y el surrealismo

El poeta mexicano Octavio Paz (1914-1998), otra voz decisiva del siglo XX es otro autor en quien el surrealismo marcó una profunda huella, la cual se observa en diversos ensayos y poemas, especialmente en los que agrupa Libertad bajo palabra (1960).

En este poemario, considerado central en su obra, aparecen muchos de los poemas más conocidos y estudiados de Paz, entre ellos "Piedra de sol". Basta con dar una primera lectura a este poema de largo aliento para percibir la influencia surrealista en la construcción de las imágenes. Y es también un poema donde encontramos la visión del acto de amar como una rebelión, en otro guiño al grupo de Breton.

"amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan alas

en las espaldas del esclavo, el mundo

es real y tangible, el vino es vino,

el pan vuelve a saber, el agua es agua,

amar es combatir, es abrir puertas,

dejar de ser fantasma con un número

a perpetua cadena condenado

por un amo sin rostro;

el mundo cambia

si dos se miran y se reconocen".

Poeta en Nueva York de García Lorca: contra el inconsciente

Años antes, el español Federico García Lorca (1898-1936) ya bebía de la fuente del surrealismo, pero eso sí, sin adscribirse al movimiento, con el que tenía diferencias importantes, como su rechazo a la escritura automática y el imperio del inconsciente, pronunciándose a favor de una conciencia clara para iluminar la "emoción pura, descarnada, desligada del control lógico".

Su libro de poemas Poeta en Nueva York (1940) es un claro ejemplo de la influencia y resignificación del surrealismo. Podría decirse que Lorca toma procedimientos de dicha vanguardia, como el uso de un lenguaje cargado de simbolismos, los cuales dotan de extrañeza y nueva luz la experiencia de Nueva York, construyendo una íntima relación entre la ciudad estadounidense y el poeta, doblemente extranjero por su condición de español y de poeta, como observamos en su poema 'New York', dedicado al emblemático río Hudson:

"Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles

en la patita de ese gato quebrada por el automóvil,

y yo oigo el canto de la lombriz

en el corazón de muchas niñas.

óxido, fermento, tierra estremecida.

Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina.

¿Qué voy a hacer, ordenar los paisajes?

¿Ordenar los amores que luego son fotografías,

que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?

No, no; yo denuncio,

yo denuncio la conjura

de estas desiertas oficinas

que no radian las agonías,

que borran los programas de la selva,

y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite".

Estos fragmentos de Albert Camus, Pablo Neruda, Octavio Paz y Federico García Lorca, son apenas una muestra de la profunda influencia que ejerció el surrealismo en la obra de autores que no necesariamente militaron con el movimiento, y que incluso pertenecieron a otras latitudes del mundo, como América Latina.

Para ellos, el surrealismo fue mucho más que una vanguardia artística; fue una forma de vida y de entender la realidad, un recordatorio del poder de la literatura y el arte para liberar el espíritu humano, o al menos vislumbrar detrás del velo de lo racional.