Fue en 1953 cuando el presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales federales que permitían a las mujeres votar y ser votadas. Tuvieron que pasar dos años más para que, ahora sí, las mexicanas hicieran válido este nuevo derecho al votar para elegir a diputados federales, y 24 años para que la parte de “ser votada” tuviera efecto (Griselda Álvarez fue la primera gobernadora estatal de Colima en 1979).

Fuente de imagen: Gobierno de México.

Elvia Carrillo Puerto ya había hecho lo propio años atrás. La maestra rural y su hermano fundaron el Partido Socialista Obrero de Yucatán. Organizó grupos feministas, que promovían campañas de alfabetización, de higiene femenina y de control de la natalidad. Tras la elección de su hermano como gobernador del estado en 1922, Yucatán permitió a las mujeres votar y participar en política local. Fue así como Carrillo Puerto hizo historia junto con Beatriz Peniche de Ponce y Raquel Dzib Cicero, convirtiéndose en las primeras mujeres mexicanas en asumir un cargo de representación popular local, al ser electas diputadas del Congreso de Yucatán.

Las mujeres como ciudadanas

La lucha por el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas llevaba ya para ese entonces algunos años en el mundo. Todos hemos escuchado sobre las suffragettes y el Women's Social and Political Unionen Inglaterra a principios del siglo XX, con su lema “Acciones, no palabras”. Todos deberíamos de haber escuchado que el primer país en autorizar el voto femenino a las mayores de 21 años fue Nueva Zelanda, en 1893. Y aquí va algo que dejará helados a muchos: todos y cada uno de los movimientos que lograron darle el derecho al voto a las mujeres fueron feministas. Con disturbios, manifestaciones y todo. ¿Quién lo hubiera pensado? Increíble.

Las mujeres, el derecho a votar y la democracia

El derecho al voto es una de las principales victorias que se le atribuye al movimiento. Y es que votar incluye a las mujeres dentro del sistema democrático por primera vez en la historia. Ahora bien, es sabido que, como afirma Alicia Miyares, ni la democracia liberal ni la socialdemocracia clásica han satisfecho por entero las exigencias y expectativas de las mujeres. En su libro Democracia Feminista, plantea por qué el feminismo es realmente una potente alternativa ético-política, contrario al sistema patriarcal actual.

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Actualmente, México cuenta con un Congreso paritario, con el 48% de mujeres en la Cámara de Diputados y el 49% en el Senado de la República. La Administración Pública Federal cuenta con más de 1.5 millones de personas, donde el 49.6% son mujeres. Aquí viene el “pero”: la brecha salarial promedio dentro de la APF es de 26%. Es decir, por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer percibe, en promedio, 74 pesos. La presencia de mujeres al interior de las secretarías de Estado disminuye conforme se eleva el puesto y el nivel de ingresos.

[Insertar imagen de las urnas]

Las cuotas de género son el primer paso para impulsar la participación política de las mujeres, sí, pero no garantizan que los intereses de las mexicanas se vean protegidos por las mujeres que ocupan un cargo público. ¿Por qué? Porque como lo menciona Miyares, existe un sistema (fallido, por cierto) que rige las estructuras, más allá del género, y que se beneficia del orden patriarcal. La lucha por el reconocimiento de los intereses de las mujeres dentro de las políticas públicas sigue, y ya no sólo responde a los intereses de algunas mujeres. Cada vez hay más visibilidad de las mujeres trans, las mujeres afromexicanas. Todas desde su trinchera están haciendo lo propio. Es responsabilidad de todos darles espacio. El voto fue el primer paso, pero no está ni cerca de ser el último. Ficha técnica: Democracia feminista