Si hay una escritora que sea tan enigmática como abrumadora tanto en su escritura como en su vida, esa es Virginia Woolf. Sus libros marcaron la literatura para siempre con innovadoras estructuras y poderosas temáticas.

Durante su vida enfrentó desde las desigualdades que acarreaba el ser una mujer escritora, hasta la conservadora sociedad victoriana que la obligaba a guardar ciertas apariencias sobre su orientación sexual; además de su constante lucha contra su trastorno bipolar que eventualmente concluyó con su suicidio en 1941. Los escritos que dejó tras de sí son ventanas hacia una mente atormentada y depresiva que nunca dejó de perseguir la libertad.

Un vaivén de voces internas: Las olas

La mente de los personajes y su presencia en la manera de narrar es un frecuente protagonista en varios libros de Virginia Woolf, tal vez reflejo del trastorno mental con el que vivió. En Las olas (1931), se nos presenta una narrativa desde el punto de vista de seis personajes, o más bien desde el de sus mentes. La novela se compone de soliloquios en los que cada voz aborda paradójicamente temas como la individualidad y la comunidad. En cierto punto, uno de ellos reconoce que es muchas personas y enlista los nombres de los otros cinco personajes.

Las olas fue la séptima novela de la escritora y se considera como la más experimental debido a que llevó al límite el llamado “flujo de conciencia” que se convirtió en un rasgo de su estilo literario. A la par con la hermosa imagen del título, ya que estas voces, junto a las emociones que las acogen, resultan en un lenguaje completamente poético que asemeja el vaivén cadencioso de las olas del mar.

Fragmentos de una vida: Relatos completos

Los cuentos de Virginia Woolf reflejan sus inquietudes literarias del momento en el que los escribió. En ellos encontramos temas, personajes o formas que implementaría después en sus novelas después de perfeccionarlos en los relatos. Tal es el caso de “La señora Dalloway en Bond Street” cuento en el que conocemos por primera vez a Clarissa Dalloway y en el que la autora logra posicionar a su narrador dentro de la mente del personaje, su famoso “flujo de conciencia”.

En esta edición de sus Relatos completos, el orden de cada uno de ellos responde al orden en el que fueron escritos, por lo que funcionan como una especie de cronología de las obsesiones de Woolf y, por supuesto, de su proceso de escritura a lo largo de su vida. Nada mejor para conocer el camino que siguió la mente de la autora que adentrarse en sus relatos.

El feminismo: Una habitación propia

Una inquietud que marcó la obra de Virginia Woolf fue sin duda la violencia estructural hacia las mujeres de la que fue testigo y experimentó en carne propia durante su vida.

Basado en la serie de conferencias que realizó en dos universidades femeninas en 1928, Una habitación propia (1929) es un ensayo que marcó un hito en el feminismo y en la literatura escrita por mujeres al grado de consagrar a la autora como referente de la lucha feminista. Es un análisis lúcido de la situación de las mujeres creadoras, porque, como todo el arte en general, la literatura se considera desde sus inicios como una actividad masculina.

Entre muchas otras ideas apabullantes como la terrible vida que habría tenido una hipotética hermana de Shakespeare con la misma capacidad creadora que él, Woolf destaca la idealización de las mujeres en la ficción escrita por hombres —algo de lo que seguimos burlándonos hasta hoy en día—.

En este sentido, la autora marca con claridad cómo esta idealización se ve contrastada por el trato que recibe la mujer en la realidad de una sociedad que responde a un sistema patriarcal. Mismo del que solo puede concluir que la solución para una mujer que quiera escribir ficción es independencia económica y una habitación que le pertenezca.

La carta de amor más larga de la historia: Orlando

Los principios morales por los que se regía el llamado Círculo de Bloomsbury, un grupo de intelectuales que se reunía en la casa de Virginia en el primer tercio del siglo XX, estaban en contra de la monogamia. Por lo que la mayoría de los matrimonios de sus integrantes eran abiertos, situación con la que Woolf conoció a Vita Sackville-West escritora diez años menor que ella con quien sostuvo una relación en las sombras durante casi toda la década de 1920. Este vínculo llevaría a la escritora a dedicar la que se conoce como su libro más accesible, Orlando (1928), a Vita.

La novela sigue la biografía fantástica de uno de los primeros personajes queer en la historia de la literatura cuya vida abarca alrededor de 500 años. Orlando despierta de un profundo sueño convertida en mujer y se enfrenta a la opresión que sufrían estas en distintas épocas. La novela está basada en algunos pasajes de la vida de la propia Vita.

El flujo de su propia conciencia: La señora Dalloway y Al faro

Los libros de Virginia Woolf son una muestra de lo que había dentro de su mente. Dentro de su narrativa, llegó a perfeccionar la técnica del flujo de conciencia en el que se presenta la mente “desnuda” de los personajes mediante la exposición de los pensamientos tal y como vienen a la mente. Existen dos novelas en las que explota este recurso como en ninguna.

La señora Dalloway (1925) es el transcurso de un solo día en la vida de una mujer de mediana edad que se prepara para ofrecer una fiesta y del que derivan toda clase de temas, desde la situación de la Inglaterra posterior a la Primera Guerra Mundial hasta cuestiones feministas, pasando por la locura.

Por otra parte, Al faro (1927) relata la estancia de la familia Ramsay en una casa de campo en una isla. Sin embargo, la acción ocurre en lo que los personajes prefieren callar.

Toda forma de arte es reflejo del entorno y de la mente de su creador. No es sorpresa que la técnica más conocida de escritura de Virginia Woolf sea aquella en la que el lector es capaz de adentrarse en la mente de los personajes y conocer cada uno de los pensamientos de estos tal y como van naciendo dentro de la cabeza de ellos. Es inevitable pensar cómo habría sido la historia si el mirar en la mente de Woolf hubiese sido como mirar dentro de cualquier personaje.