Cuando le contamos historias a nuestros niños, algo mágico ocurre en sus cerebros. Sin importar cuán extraño o asombroso sea lo narrado, ellos van creando las imágenes en su mente. Y no sólo eso, la mayoría del tiempo, se logran identificar con el protagonista, experimentando sus emociones y viviendo a su lado las increíbles aventuras que se despliegan a través de las páginas. Así, los libros parecen encerrar una antigua magia evocativa.

En el presente artículo desentrañaremos qué ocurre en los cerebros de nuestros niños cuando les leemos cuentos, en el proceso, descubriremos qué son las neuronas espejo, para qué sirven y cómo la literatura las activa.

Los libros y su magia evocativa

Cuando leemos, es normal que las palabras desaparezcan y comencemos a imaginar todo lo que le está aconteciendo al personaje. De hecho, algunos estudios como el realizado por la doctora Natalie Phillips han mostrado que al momento de leer, se activan en nuestro cerebro las áreas encargadas del movimiento y de las habilidades espaciales, al mismo tiempo que el flujo sanguíneo aumenta o disminuye, dependiendo de si el protagonista se encuentra angustiado o no

Es decir, cuando leemos o escuchamos una historia, nuestro cerebro reacciona de la misma forma en que lo haría si estuviera viviendo una situación similar.

De igual modo, otros investigadores como Loriz Vezzali, Sofia Stathi, Dino Giovannini, Dora Capozza y Elena Trifiletti observaron que, después de leer la saga de Harry Potter, la empatía de sus lectores aumentó de forma considerable, disminuyendo sus prejuicios raciales. Esto debido a que los protagonistas manifestaron dicho cambio a lo largo de las novelas y sus lectores, al sentirse identificados, tendieron a imitarlos de manera inconsciente.

La explicación a estos fenómenos parece encontrarse en las neuronas espejo.

Las neuronas clave de la empatía

Cuando vemos a otra persona realizar una acción como buscar un objeto con el sentido del tacto, hacer una mueca tras probar un alimento, dejar caer un par de l��grimas o realizar algún otro gesto, ciertas partes de nuestra corteza cerebral se activan para interpretar y comprender qué es lo que la otra persona está haciendo, cuál es su intensión o qué es lo que está experimentando.

En 1996 un grupo de doctores de la Universidad de Parma, Italia, tras estudiar esta clase de fenómenos, descubrieron las neuronas espejo o neuronas especulares, un grupo de células nerviosas especializadas en la imitación. Éstas se encuentran ubicadas en la corteza premotora y en el lóbulo parietal. Se encargan de codificar tanto las acciones que realizamos como aquellas que observamos en los otros. Ello nos permite interpretar, dar sentido e imitar de forma no consciente los actos y emociones del resto.

Cuando vemos que otra persona realiza una acción, este grupo de neuronas actúan asemejando el cerebro a un espejo, estimulando al sistema nervioso y activando las mismas áreas motrices. Por ello, es común que cuando vemos a otra persona bostezar nosotros también lo hagamos de forma involuntaria. Esta reacción obedece a que nuestro cerebro ha puesto en marcha las mismas áreas cerebrales que el sujeto frente a nosotros.

Dicha capacidad para activar las mismas zonas del cerebro que nuestros interlocutores nos ayuda a ponernos en el lugar del otro, dando paso a la empatía y generando conductas como el altruismo, la generosidad, el respeto, la comprensión y muchos otros valores fundamentales en la sociedad.

Las neuronas espejo en los bebés y niños

Desde que el bebé se encuentra en el vientre de su madre comienzan a aparecer este grupo de neuronas. Tras su nacimiento, el bebé seguirá fortaleciéndolas y las pondrá en práctica al observar e imitar los gestos, movimientos y acciones de sus padres. De ahí la importancia del ejemplo paterno en el aprendizaje de los niños.

Ya desde 1961 el psicólogo Albert Bandura, a través de diversos experimentos, observó cómo los niños aprenden por medio de la imitación. Lo llamativo de su investigación fue comprobar que los infantes no sólo copiaban los actos de los adultos que tenían frente a ellos, sino también aquellas acciones que veían a través de una pantalla.

Este descubrimiento causó preocupación en su momento, dando origen a numerosas investigaciones en torno a los efectos de la televisión.

Con ello, Bandura evidenció la importancia de la observación en el proceso del aprendizaje. No obstante, los nuevos conocimientos sobre las neuronas espejo y la experimentación con la literatura y la activación neuronal sugieren que en muchas ocasiones no es necesario que los niños y las personas observen una acción para poder imitarla.

A veces, para activar nuestras neuronas espejo e iniciar este proceso de aprendizaje, basta con leer o escuchar un relato e imaginar de forma vívida los sucesos. Tal como señala el escritor Jorge Volpi, pensar en alguien equivale a observarlo.

De ahí que la literatura sea una poderosa herramienta para enseñar valores y ejercitar la empatía. Incluso, un estudio efectuado en el 2010 por Lukas Tenjo comparó la influencia del cine y los cuentos en la formación de los infantes, encontrando que estos últimos poseen un mayor peso en el aprendizaje de los niños.

Los mecanismos cerebrales ante la lectura

Al leerle cuentos a nuestros niños inicia en ellos una serie de procesos mentales asombrosos.

Primero, sus mentes comienzan a crear una representación mental de lo que van escuchando. Nuestras palabras dejan de ser sólo eso y, como si fuesen una antigua magia, evocan y crean imágenes mentales despertando a las neuronas espejo. Al activarse, éstas les permiten identificar cómo es que el personaje debería de sentirse o, más bien, cómo es que ellos se sentirían en caso de estar en el lugar del personaje.

Ello se debe a que, —por increíble que parezca— para el cerebro, los personajes no son tan distintos de los seres humanos. Gracias a ésto podemos sentir empatía cuando alguien nos cuenta una vivencia pasada o una anécdota de una tercera persona.

El sistema límbico y el neocórtex

Una vez que el cerebro de nuestro niño ha comenzado a empatizar con los personajes, se activa su sistema límbico, encargado de las emociones. Por ello, cuando leemos historias de terror, por ejemplo, tanto nuestros hijos como nosotros podemos sentir el ligero temblor en las manos, el aumento casi imperceptible del ritmo cardiaco, la sudoración fría y el temor o angustia en el estómago.

Por fortuna, durante la lectura, nuestros lóbulos prefrontales también se activan, recordándonos siempre que nos encontramos ante una historia ficticia y, por lo tanto, estamos a salvo. Por esta razón la literatura puede resultar tan divertida y emocionante.

Al mismo tiempo, recreamos con la imaginación todo lo que está sintiendo el personaje mientras nuestro neocórtex intenta una y otra vez predecir lo que ocurrirá a continuación, buscando posibles soluciones y pensando qué es lo que debería hacer el protagonista para salir bien librado.

El hipocampo y la amígdala

Cuando leemos o les narramos cuentos a nuestros hijos, se pone en marcha un gigantesco mecanismo neurológico, no obstante, éste no termina con la lectura.

El neocórtex, que durante la narración buscó posibles soluciones para ayudar al protagonista, ha almacenado diversas secuencias de eventos que se activarán si llega a estar en una situación similar en la vida real.

Todos los detalles emocionales también han quedado grabados en el hipocampo de los lectores. Más tarde, al identificar situaciones reales parecidas a las que experimentó el protagonista, la amígdala, experta en la sobrevivencia, será capaz de evocarlas para ayudarnos a sobrellevar de mejor manera la situación, como si se tratase de una experiencia vivida antes.

Algunos investigadores señalan que el posible origen de esta habilidad del cerebro puede encontrarse en un remoto pasado donde el testimonio y la transmisión de anécdotas eran imprescindibles para la sobrevivencia. Por ejemplo, para comunicar a la tribu las posibles amenazas, permitiendo así identificar, a través de la narración, los posibles riesgos que se encuentra más allá de nuestro campo inmediato de visibilidad.

Los libros: llaves de la empatía

Cuando les leemos a nuestros hijos no sólo les estamos brindando una experiencia entretenida y emocionante, los estamos entrenando para el futuro. Mediante la literatura podemos ejercitar la empatía, la solidaridad y el respeto a los otros, pero también podemos abordar temas complejos e importantes como la libertad, la discriminación, el bullying, los duelos y pérdidas, la superación de los miedos, la protección contra las agresiones, los abusos, entre muchos otros.

Existen cientos de cuentos inolvidables para niños. Están aquellos pensados para inculcar valores como el libro 365 cuentos de valores de Paw Patrol, o la colección Historias de dinosaurios. Hay otras obras infantiles que llevarán a nuestros pequeños a creer en ellos mismos y en sus sueños como El niño que tocó las estrellas; o incluso están aquellas obras que les ayudarán a adquirir buenos hábitos como Tres monstruos en el baño.

Sin duda, los libros son tesoros maravillosos y cada libro infantil, cada cuento, leyenda o narración tiene algo increíble que aportar a la vida de nuestros pequeños, a veces sólo es cuestión de saber cómo elegir el libro ideal para nuestro niño según su edad. Si quieres conocer más libros perfectos para tus hijos no dejes de visitar el Librero de Larousse donde encontrarás cientos de obras infantiles maravillosas.