Tal vez uno de los retos más complejos durante la crianza es cómo poner límites a nuestros pequeños sin caer en el autoritarismo o sin llegar a ser muy laxos o blandos. Por ello, en este artículo te daremos diez consejos sobre cómo establecer normas desde el buen trato y la crianza positiva durante la infancia y adolescencia. Además, te recomendaremos algunos libros para padres y obras infantiles que te ayudarán en el proceso.

1.- Establece límites acordes con su edad

Mantén expectativas adecuadas a la edad de tu hijo y reserva tiempo para platicar con él sobre algunas de las normas de los espacios en que convive y su importancia. Resalta cómo la existencia de reglas nos ayuda a tener una convivencia armónica y ordenada. Con los niños más pequeños un libro adecuado para abordar este tema es La super guía de buenos modales, pues con imágenes divertidas nos invita a reflexionar al respecto.

Si es posible, invita a tu niño a proponer algunas reglas y a meditar sobre las consecuencias de no cumplirlas, de tal manera que los límites no sean impuestos sino acordados entre adultos e infantes. Esto es útil sobre todo durante la pubertad y la adolescencia, debido a que en dichas etapas nuestros hijos desean sentir cierta libertad e independencia llegando incluso a ser desafiantes ante las figuras de autoridad. Por ello, te recomendamos leer el libro Convivir con un adolescente para abordar esta nueva etapa en la crianza de nuestros hijos.

Dicho lo anterior, si desde el inicio se les permite que de forma autónoma ellos mismos analicen y reflexionen sobre sus límites, será más fácil que los acaten. La función del adulto será recordarle al niño o adolescente sus propios acuerdos y la importancia de ser fiel a nuestra palabra.

2.- Establezcan acuerdos claros

Al establecer límites hay que ser lo más específicos posible. No se valen frases como “pórtate bien” o “no seas grosero”, estas expresiones son ambiguas y es necesario ser concretos aclarando qué acciones en específico se pueden o no hacer, por ejemplo, indicando: “Habla en voz baja, sin gritar”, “no jugamos con la pelota dentro de la casa”, “recuerda que debemos hacer la tarea antes de jugar”.

3.- Evita los sermones

Cuando los niños sienten que sólo estamos dándoles una cantaleta es fácil que cierren sus oídos y se refugien en su mente haciendo caso omiso. A nadie nos gustan los regaños o que nos hagan sentir que somos terribles personas. Lo ideal es hablar con ellos y guiarlos con preguntas, hacerlos reflexionar sobre sus actos y qué deseaban conseguir.

Por ejemplo, si le arrebataron un juguete a su hermanito, invitarlo a pensar en cómo se sintió su hermano y si esa era su intención, para luego preguntarle cómo pudo haber actuado o cómo le gustaría actuar en el futuro en situaciones similares.

4.- Opta por establecer consecuencias inmediatas en lugar de castigos

La diferencia entre los castigos y las consecuencias reside en que mientras los primeros tienen una connotación negativa, las consecuencias son hechos lógicos que se derivan de las acciones.

Si un niño rompe una ventana jugando a la pelota, un castigo sería prohibirle la televisión durante una semana; mientras que una consecuencia sería realizar peque��as labores en casa con un pago, hasta que consiga juntar el dinero suficiente para pagar el vidrio roto.

Mientras el castigo es punitivo y no tiene relación con la acción, la consecuencia invita a los niños a buscar una reparación del daño. Un libro que aborda estos temas es Seis pasos para cambiar la conducta desobediente de nuestro hijo.

5.- Promueve su responsabilidad haciendo que repare el daño

Siempre que nuestros niños infrinjan una norma o tengan un comportamiento disruptivo es necesario guiarlos para que busquen la reparación del daño, ya sea de forma material si dañaron algún objeto, o emocional ofreciendo una disculpa sincera si ofendieron a alguien. Esto es válido tanto cuando el daño fue causado de manera intencional o accidental.

Además, asegúrate de evitar que obtengan beneficios por su mala conducta, por ejemplo, si toma algo sin permiso no permitas que lo conserve, ayúdale a devolverlo explicándole por qué no ha sido correcto su actuar.

6.- Los papás, maestros y cuidadores debemos ser firmes

El cumplimiento de los acuerdos se debe aplicar siempre, no una vez sí y otra vez no. Si somos laxos y nosotros mismos olvidamos cumplir los acuerdos, nuestros pequeños se confundirán y aprenderán que las normas en realidad no funcionan y pueden romperse a capricho. El libro Padres saludables puede orientarte a desarrollar esa firmeza sin caer en el autoritarismo.

7.- Maneja tus propias emociones

Si intentamos corregir a nuestros hijos mientras estamos molestos, posiblemente terminemos siendo injustos o transmitiendo nuestra molestia, impidiendo que logren comprender su error. Creerán que el problema es que nosotros nos hemos enojado o que reside en que nos han hecho enfadar, evitando así aprender una valiosa lección.

Lo ideal es que, como adultos, aprendamos a manejar nuestras propias emociones y podamos abordar las problemáticas desde la calma y el buen trato. Esto, además, funcionará como ejemplo para nuestros niños. Si quieres conectar más con tu amplia gama emocional puedes leer Cómo potenciar emociones positivas y afrontar las negativas.

8.- Fortalece su empatía y autoconciencia

Desde los tres años los pequeños comienzan a mostrar preocupación e interés por las emociones de los demás, a partir de esta edad desarrollan la capacidad de ponerse en el lugar de los demás.

Es fundamental que como adultos los apoyemos a incrementar su autoconciencia sobre sus emociones y su identificación de los sentimientos ajenos. Una excelente herramienta para ello es la literatura. Dado que leer fomenta la empatía y activa las neuronas espejo, existen muchos libros tanto de narrativa como textos informativos para romper estereotipos que promoverán dicha habilidad.

9.- Háblales con asertividad y enséñales a expresarse de la misma manera

La asertividad es la capacidad para expresar nuestras opiniones y sentimientos de manera respetuosa, clara y sincera. Esta habilidad es de suma importancia, pues mediante ella los pequeños podrán comunicar y defender sus propios límites a los demás de manera adecuada.

Sin embargo, para poder emplear este estilo de comunicación es necesario que ensayemos con ellos y les mostremos con nuestro ejemplo cómo hablar con asertividad. También podemos ensayar diversas situaciones en las que nuestro hijo deba poner límites para que, llegado el momento, sepa cómo hacerlo.

10.- Siempre hay que dejar en claro que se desaprueba la actitud, más no al niño.

Cuando llamemos la atención a los pequeños es importante que les especifiquemos que no los estamos desaprobando ni estamos criticando su persona. Hay que tener cuidado con frases como “eres torpe”, “que descuidado eres” o “no seas malo”, en lugar de ello hay que enfocarnos en sus acciones, señalando por qué no han sido las adecuadas.

Un manual que aborda la labor de los padres en la formación de la autoestima de los pequeños es Soy madre, soy padre. En este libro se establecen estrategias para la adquisición de normas y hábitos, así como el uso de estrategias para mejorar el comportamiento de los infantes.

Cuando establecemos límites con los infantes, no se trata de ser autoritarios sino de ofrecerles a nuestros hijos una sensación de seguridad y una clara estructura del mundo social que los rodea. Ya que, cuando un niño conoce las normas y las consecuencias de sobrepasarlas, no sólo aprende a regular su comportamiento, sino que también comprende hasta dónde los demás pueden hacer o no hacer con él.

Por si ello fuese poco, fomentar en los niños y adolescentes el seguimiento y negociación de reglas y leyes, los guiará a que en el futuro se conviertan en ciudadanos ejemplares y proactivos.