Todos hemos escuchado hablar de los libros y autores clásicos de la literatura universal, pero ¿qué hace a una obra o autor un clásico? ¿Cómo podemos identificarlos? Todos los autores y estudiosos de renombre aportan definiciones ambiguas y poco concretas de lo que son “los clásicos”. En realidad, nadie sabe qué convierte a un autor o libro en un clásico. Aunque podemos mencionar algunos rasgos. Para Italo Calvino, los libros clásicos “nunca terminan de decir lo que tienen que decir” o, mejor dicho, que puedes leerlos y releerlos y siempre encontrarás algo nuevo que no notaste antes. Por otra parte, Borges considera que una obra clásica es aquella que los lectores "han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término". Una decisión individual, en principio, pero que, de común acuerdo, un grupo le otorga un valor alto.

Los clásicos son obras de las que todos hablan

De forma ácida, Mark Twain aseguraba que un clásico es un libro del que todos hablan, pero nadie ha leído. Y por puro conocimiento de mundo sabemos que no carece de verdad esta sentencia.

Eliot fue uno de los escritores modernos que abogó por la lectura de los clásicos como obras inagotables.

¿Cómo es posible? Bueno, una característica es que los clásicos dejan su marca en la cultura más allá del ámbito literario. A menudo, se origina a partir de los argumentos memorables que se insertan bien en nuestras mentes. ¿Quién no ha oído hablar de Don Quijote de la Mancha? Seguramente todos recordamos la anécdota en la que un viejo loco, perturbado de tanto leer, sale al mundo en una aventura inverosímil y pelea contra molinos de viento (¿o eran molinos de viento vampiro?... lo de los vampiros sí estoy seguro…). https://www.youtube.com/watch?v=gTAamViWpSo&t=168s Todos hemos leído, o pretendido leer, alguna obra clásica. Tal vez leímos las partes más importantes, pero desconocemos en su totalidad esas obras y aun así conversamos sobre Shakespeare, Joyce u Homero. ¿Por qué? Porque otorgan cierto estatus. Son las llamadas “lecturas obligatorias”, las que tienen un valor colectivo poco definido, pero aceptado. (He aquí la interpretación de Borges antes mencionada).

Sus obras han sido y son muy citadas en la literatura universal.

De aquí provienen las recurrentes publicaciones con las listas de los “100 libros que tienes que leer antes de morir”, en las que siempre hay una elección subjetiva o una votación poco definida, pero en las que coinciden casi siempre los mismos libros y los mismos autores. (Bueno, si somos honestos, sabemos que no es coincidencia...).

El canon literario y los autores hegemónicos

No existe un clásico que no sea considerado como tal por una “voz autorizada”. Es decir, un escritor o académico de renombre nombra a otro escritor o a su obra normalmente de forma implícita como un clásico. Un clásico mantiene vigente la conexión con el público de épocas posteriores y contextos distintos del que se creó. Además, el vínculo se extiende a las élites que reivindican su estilo y temas, hacen ensayos y crean referencias en sus propias ficciones. De esta manera se aseguran nuevas ediciones y nuevos lectores.

La reinterpretación de los clásicos puede volver la obra de alguien más en un “nuevo clásico”.

Ejemplos hay muchos: Borges prologó 63 obras —aunque el proyecto incluía 100— de su entera elección. La biblioteca personal de Borges incluía La máquina del tiempo, de H. G. Wells; Los demonios, de Dostoyevski; Cuentos de Voltaire; entre otros. Por otra parte, Julio Cortázar tenía como libro predilecto La montaña mágica, de Thomas Mann; o qué decir de las distintas novelas que tradujo al español, como Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. Tres siglos antes, en el capítulo 6 de Don Quijote de la Mancha, Cervantes enlista aquellas obras que merecen ser salvadas del fuego, o lo que es lo mismo, merecen trascender.

Los libros que merecen ser salvados del fuego

Nada garantiza que una obra o autor será leído luego de muchos años. Pasar a la posteridad es una obsesión de muchos autores. Ya Petrarca, poeta italiano del siglo XIV y precursor del humanismo renacentista, en sus epístolas escribía para sus futuros lectores, seguro de su importancia en la literatura. Un clásico también es un libro que se salvó de las llamas del olvido. Tal vez porque aún tiene mucho que decir, como menciona Calvino, o porque marcó una época, o por ser el primero en su clase que se mantiene vigente en el imaginario popular o como una lectura obligada.

Su obra siempre la puedes encontrar aquí.

En conclusión, nadie sabe qué es una obra clásica, ni qué elementos la hacen. Es una elección subjetiva de cada lector o figura de autoridad, pero que parecen tener en común la elección colectiva. Igual que la idea de Literatura, la idea de una obra clásica es cambiante; lo que para algunos es un clásico, para otros no merece ni un espacio en el aparador de una librería. Nadie asegura que esta idea difusa cambie con el tiempo, sea cual sea su definición. Aunque algo sí hay de seguro: adentrarnos en la literatura de “los clásicos” (cualesquiera que éstos sean) nos ayuda a comprender el mundo que habitamos y explorar otras realidades.