Que en realidad forman un solo volumen: La secta del perro. Éste se compone de las Vidas de los filósofos cínicos de los que nos habla el famoso doxógrafo griego Diógenes Laercio, más una gran contextualización y escolios a esas vidas por parte del filólogo y traductor español Carlos García Gual.

Si bien es posible que hayas entrado a leer esta nota para ser como aquellos personajes atormentados por la claridad de la miseria humana, el destello de la consciencia de la insalvable relación del ser humano con el planeta o para saber cómo actuar desvergonzadamente en una civilización que es hipócrita en sus planteamientos civiles, déjame decirte que antes de entrar a conocerlos, tendremos que pasar por el famoso contexto de donde surge el término cínico y su acepción moderna.

Kynos y kynikoi: el perro y el cínico

En el prólogo, García Gual menciona una distinción entre el “cinismo histórico” y el cinismo tal y como lo entendemos actualmente. Para ayudarnos a comprender cómo este término ha cambiado desde el siglo IV a.C. al siglo XXI, explica que el nacimiento del “cínico” (kynikoi) se asocia al nombre de “perro” en griego (kynos). Por ello resulta ejemplar que el mote del cínico más famoso de la historia, Diógenes de Sinope, fuera el Perro.

A primera vista, el sobrenombre pudiera parecernos gracioso, pero dentro de las bases de la civilización griega, significaba uno de los peores insultos que se le pudiera dar a alguien (y de hecho García Gual cita algunos ejemplos de la Ilíada y la Odisea). Sin embargo, para Diógenes de Sinope el “insulto” pasó a ser un sobrenombre que portara con orgullo, porque, en efecto, implicaba que logró su cometido, y ahora veremos por qué.

Anatomía de un cínico más allá de la desvergüenza

Quizá nos sea difícil creerlo, pero el cinismo fue una escuela filosófica que surgió en un momento de gran tribulación política y social en Grecia, justo cuando ésta comenzó a formar parte de un imperio mucho más grande en el que la identidad local se desmigajaba, la democracia ateniense estaba en manos de regentes volubles, y en que el tejido social estaba erosionándose.

Por ende, frente a un universo ya cada vez más grande y poco seguro, el cinismo surge con las siguientes propuestas:

  • Ser ciudadano del mundo, es decir, ya no atado a una sociedad específica (casi como un asceta o un hippie).
  • Poseer sólo lo necesario (mendigar, llevar un morral, un báculo y un manto era más que suficiente para los cínicos).
  • Regresar a un estado de naturaleza, lejos de las normas de cualquier civilización (pues éstas están resquebrajadas y se preocupan por banalidades como la fama o la riqueza).
  • Vivir desvergonzadamente.

Y tal vez sea esta última con la que estamos más relacionados, pero también es la que hace la diferencia entre un cínico como Antístenes (al que se le conoce como el fundador de la escuela cínica) y uno como Donald Trump.

Si a los cínicos se les relacionaba con los perros era debido a su desvergüenza. Los perros satisfacen sus necesidades sexuales y corporales en cualquier lugar. Ellos pueden ser domésticos, pero también pueden actuar salvajemente; y tanto pueden vivir gregariamente como sin un grupo al cual pertenecer. Por estas características, entendemos mejor ahora la postura cínica como una decisión consciente, constante y coherente para vivir acorde con una filosofía, y no un capricho anímico.

Pintura de Jean-Léon Gerôme, 1860.

De hecho, su desvergüenza tiene un fundamento, pues rompe por completo con dos de los principios básicos de la sociedad griega: el sentido de justicia (díke) y el sentido moral (aidós). Si éstos se quiebran con un acto como masturbarse en la plaza pública (así es el caso de Diógenes el Perro), entonces no hay posible progreso en la civilización, y ésa es una falta impresionante porque se cortaría cualquier forma de acervo cultural: la ciencia, el arte, la política y aun la filosofía misma.

El moderno cínico: sólo un desvergonzado

Por eso, cuando pensamos en una persona cínica o decimos de ella que no tiene límites en su cinismo, es casi seguro que actúa desvergonzadamente, pero s��lo por hacerlo y no porque su actitud tenga un mayor fundamento.

Verbigracia, mientras una cínica como Hiparquia de Maronea puede mofarse al respecto de abandonar el arte de tejer en pro de su educación para debatir con un hombre (recordemos que en el siglo IV a.C. las mujeres no tenían educación básica en Grecia si no estaba relacionada a la religión o al hogar) y así desafiar las reglas de su tiempo, en el caso de Donald Trump sólo convierte en norma la regla de vivir mintiendo con orgullo.

(No obstante, no quiero decir con esto que todos los cínicos modernos son como Donald Trump, pues al menos puedo citar el nombre del pensador Emil Michel Cioran, quien en parte de su obra mantiene algunos rastros del cinismo histórico muy rescatables).

Las Vidas de los filósofos cínicos de Diógenes Laercio

Todo el libro de García Gual es un gran escolio-ensayo sobre el contexto de la escuela cínica, y de la vida de sus exponentes, que es imperdible para entender mejor a estos filósofos de los que se sabe poco. Sin embargo, nos advierte que “aunque el resultado será seguramente el mismo, aconsejaría la segunda [la lectura del libro de Diógenes] a quienes desconocen el texto de Laercio, y la primera a los demás” (p. 17).

Es así que conoceremos entre esas páginas a los 9 filósofos que pertenecieron a la escuela cínica:

  1. Antístenes
  2. Diógenes de Sinope
  3. Mónimo
  4. Onesícrito
  5. Crates
  6. Metrocles
  7. Hiparquia
  8. Menipo
  9. Menedemo

de los cuales sabemos bastante, de 2 en específico: Antístenes y Diógenes de Sinope.

Es verdad que lo que se nos cuenta de ellos no es del todo cierto (ya que Diógenes Laercio vivió cinco siglos después de que la escuela cínica existiera), que mucho de ello es chisme (o doxografía); sin embargo, sus historias y frases tienen un carácter ilustrativo y ejemplar de quienes fueron.

Hiparquia de Maronea y Donald Trump

La anécdota de Diógenes el Perro frente a Alejandro Magno, a quien le dijo “No me hagas sombra” cuando éste le preguntó por cualquier cosa que le pudiera dar; o la frase de Antístenes respecto a que “La filosofía me enseñó a hablar conmigo mismo” tienen el valor de demostrarnos, como lo mencioné más arriba que, para la escuela cínica (así como para los estoicos, los epicúreos y los escépticos, todos ellos contemporáneos).

La filosofía es una forma de vida que se elige, se practica y se enseña con actos y no con teorías (y que es el gran diferenciador que tienen con otras escuelas como la aristotélica y la platónica, dedicadas más a la vida contemplativa y teorética).

Así que, si quieres ahondar mucho más en el cinismo y en sus propuestas filosóficas a través de sus vidas y a través de las explicaciones que Carlos García Gual nos tiene para ellos, estos libros te volverán un conocedor y, quizá en el sentido histórico y sólo un poco, en un cínico. Pues recuerda que la vida filosófica no se imita solamente por verse uno cool sino que se elige por afinidad para practicarse todos los días con mucha seriedad y mucho buen humor.