Al hablar de poesía norteamericana los nombres de Walt Whitman y Emily Dickinson son referentes fundamentales, pero sería extraño catalogarlos dentro del mismo grupo. Su estilo es muy distante y a pesar de eso compararlos resulta muy interesante para tener un panorama más amplio de la literatura en Estados Unidos durante el siglo XIX.

Poesía norteamericana del siglo XIX

Durante el siglo XIX en Estados Unidos se gestó uno de los movimientos artísticos y filosóficos más importantes para la cultura: el trascendentalismo. Surgió como una oposición al materialismo y superficialidad imperantes durante el siglo anterior y abrevó directamente del romanticismo europeo, cuyos mayores exponentes fueron Goethe, Keats y Dumas, autores ávidamente leídos por los norteamericanos.

Las principales características de la literatura trascendentalista son el valor simbólico de los objetos, la visión subjetiva de la realidad, la admiración y respeto por la naturaleza, la oposición contra el racionalismo y la ciencia, y el estilo sencillo. Sus obras están caracterizadas por un profundo aprecio hacia los elementos naturales y la experiencia individual de los sujetos ante los fenómenos del exterior.

Gracias a sus características tan amplias, las manifestaciones son muy diversas. Entre sus representantes están Edgar Allan Poe, Herman Melville, Henry David Thoreau, Nathaniel Hawthorne, Ralph Waldo Emerson, Mark Twain y, por supuesto, Walt Whitman y Emily Dickinson.

Vidas paralelas

Emily Dickinson vivió entre 1830 y 1886 en Massachusetts. Gracias a que nació en una familia culta y acomodada, tuvo acceso a una educación mucho más completa que otras mujeres de la época. Las materias que más le interesaron fueron la botánica y la poesía, dos mundos que convergen en su creación artística.

Nunca fue reconocida ni publicada en vida, debido a que era muy recelosa con sus poemas y sólo los mostraba a escritores muy selectos. Tuvo una vida muy tranquila hasta los últimos años, en los que desarrolló una obsesión enfermiza por la poesía y escribió hasta 1,789 poemas. Cuando murió, su hermana se encargó de compilarlos y publicarlos.

Walt Whitman, por su lado, tuvo una vida completamente distinta. Nació en 1819 en el seno de una familia pobre, por lo que su educación fue breve y deficiente. Comenzó a trabajar a muy temprana edad. A diferencia de Dickinson, publicó en vida varios de sus libros. No tuvo el éxito comercial esperado, pero sí el artístico, pues fue reconocido por varios de sus contemporáneos. Esto no se tradujo en estabilidad económica y sufrió por el dinero hasta su muerte en 1892.

Obra y estilo de Dickinson

Al acercarte a la poesía de Emily Dickinson te darás cuenta de que su estilo está caracterizado principalmente por la brevedad. Es raro que sus poemas excedan una cuartilla de longitud y los versos también son cortos. Esta sencillez también se puede percibir en el léxico, pues el lenguaje que utiliza es sencillo.

Sus poemas están plagados de la naturaleza, en ellos verás volar pájaros, mecerse las ramas o andar los caballos. Para ella, la naturaleza tenía el mismo valor que Dios y el amor, por lo que hablar de sus elementos dota de misticismo a su poesía: “Abre a la Alondra y en su interior—encontrarás la Música—/ Bulbo tras Bulbo, en Plata envuelto—/ Regalada con parquedad a la Mañana de Estío/ Guardada para tu Oído cuando el Laúd esté viejo. // Deja libre el Flujo—lo verás muy patente—/ A Borbotones, para ti reservados—/ ¡Experimento Escarlata! ¡Escéptico Tomás! / ¿Todavía dudas de que el pájaro sea real?”.

Esta traducción, que puedes encontrar en Antología bilingüe, conserva otra característica de la poesía de Dickinson: el metro trocaico característico de los himnos con los que creció. Para leer su obra, te recomendamos acercarte a compilaciones, como la ya mencionada, que recoge varios de sus poemas más famosos.

La poesía de Whitman

Walt Whitman es reconocido por el gran ensalzamiento del yo y su relación con la naturaleza. Leerlo es una experiencia en la que la emotividad se basa en la alegría de la contemplación del Universo y del ser humano. Tiene poemas de diversas longitudes, pero tienden a ser de largo aliento.

Sus creaciones son muy precisas y directas, pero gustaba de utilizar diferentes tipos de lenguaje, desde el coloquial hasta el científico. Siempre buscó hablar de la experiencia de la realidad, por lo que escribía sobre el mundo, los objetos y la vida en general.

“Canto a mí mismo”, incluido en Hojas de hierba, es sin duda su más famoso poema y el que representa de mejor forma la totalidad de su obra: “Me celebro y me canto a mí mismo./ Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,/ porque lo que yo tengo lo tienes tú/ y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también./ Vago… e invito a vagar a mi alma./ Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra/ para ver cómo crece la hierba del estío./ Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,/ de esta tierra y de estos vientos./ [...]Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta. / Y con mi aliento puro/ comienzo a cantar hoy/ y no terminaré mi canto hasta que me muera”. Si prestas atención, notarás que hace uso del verso libre, un rasgo que lo diferenció de sus contemporáneos.

Ambos poetas estadounidenses son muy distintos en la superficie: la poesía de Dickinson es más oscura, la de Whitman más alegre; ella se constreñía a estructuras formales, él pretendió revolucionar toda la poesía. Pero lo más importante son esos puntos de encuentro: el gran valor que le dieron a la naturaleza, la importancia del yo en la experiencia de la vida, la intención de ser comprendidos y sentidos por todas las personas sin importar sus referentes culturales.

En ambos autores se ven dos caras de una misma moneda, la de lucha contra la explotación del medio ambiente y la excesiva racionalización de la existencia.