Un vampiro no puede entrar en ningún lugar sin ser invitado, por lo que habría que tener cuidado al pronunciar las palabras “Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae”, es una lástima que el que haya dicho esto sea precisamente el conde Drácula.

Este argot vampírico tiene que ver con todas las cualidades tan características que describen a estos seres que deambulan entre la vida y la muerte. La fascinación por el vampiro nace de la propia naturaleza humana pues esta figura encarna nuestros miedos más profundos, pero también nuestros deseos más prohibidos. No se sabe a ciencia cierta en qué momento dio origen el mito de los vampiros, pero lo que es seguro es que se consolidó tal y como lo conocemos en 1897 con la publicación de la novela Drácula de Bram Stoker.

Vlad Tepes y la creación de Drácula

Para la creación de su conde, Bram Stoker pudo haberse documentado e inspirado en las peculiares prácticas de algunas figuras históricas como Erzsébet Bathory. Conocida como la “condesa sangrienta”, esta asesina serial húngara del siglo XVII poseía habitaciones en sus castillos en las que solía torturar y matar a sus más de 600 víctimas, sirvientas suyas en su mayoría, en cuya sangre se dice que se bañaba con el fin de conservar su juventud.

Sin embargo, la más famosa inspiración para la creación de Drácula es el príncipe Vladislaus III de Valaquia, región de la actual Rumania en el siglo XV. Cuyo padre pertenecía a la orden del dragón y era apodado Dracul, por lo que el mismo Vlad III fue conocido después como Drăculea, hijo del dragón.

Comenzaron a llamarlo Vlad Tepes —“El Empalador”— cuando su gobierno, ya de por sí caracterizado por la violencia y opresión hacia las minorías, llegó a nuevos límites de brutalidad con el empalamiento, la mutilación y la tortura en masa. Tal fue su leyenda, que al morir su cabeza fue exhibida en Constantinopla con el fin de aminorar el terror que infundía.

Sin duda, la acomodada condición social de estos dos personajes fue un factor importante en sus historias sangrientas que influyeron en la concepción del conde Drácula como un noble macabro.

Los vampiros antes de "El Conde"

A pesar de que Drácula estableciera la imagen del vampiro definitivo, la literatura llevaba ya un tiempo sembrando una buena dosis de referencias para el protagonista sobrenatural de la novela. Una de las más significativas fue Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu, uno de los primeros personajes de la literatura en incorporar los atributos del vampiro, encarnados en una hermosa joven que seduce a la protagonista de la novela.

Incluso anterior a la obra de Le Fanu es el relato que John William Polidori escribió como parte del reto de donde también nació Frankenstein y que tituló simplemente “El vampiro”. Inspirado indudablemente en Lord Byron, el protagonista de este relato llamado lord Ruthven es un insaciable corruptor que marcó muchas pautas del arquetipo del vampiro moderno.

Dos antecedentes menos conocidos son los cuentos de Alekséi K. Tolstói, “El vampiro” y “La familia del vurdalak” de la primera mitad del siglo XIX y en los que se presenta al vampiro como un monstruo enigmático producto de maldiciones antiguas.

Los miedos de la sociedad victoriana

Por otro lado, el vampiro creado específicamente por Bram Stoker simboliza en la obra temores victorianos clave, especialmente los relacionados con la enfermedad en una época en la que la esperanza de vida era alrededor de los 40 años.

La sed de sangre de Drácula representa aquello que consume y amenaza la vida humana, actuando como metáfora de enfermedades contagiosas y de la ansiedad social que estas generaban en la época. Su mordida, en particular, transmite más que un peligro físico: para la mentalidad victoriana, sugiere la violación de lo puro, así como una transgresión de los límites morales.

Pero Drácula también fue visto como una figura cargada de simbolismo sexual, conectada con los pensamientos reprimidos de su época hacia la liberación y el deseo. En un contexto de normas estrictas, este sensual conde representa lo prohibido y lo incontrolable, y su contacto con las víctimas implica una corrupción profunda.

El arquetipo del vampiro y la influencia de Bram Stoker

El vampiro es tal vez la criatura que ha dejado la huella más profunda en el imaginario colectivo. Y es que nuestros monstruos son reflejo de lo que más tememos como humanidad, en este caso, la muerte ya sea definitiva o en vida.

Pero vayamos por partes.

Un vampiro es un ser que ha muerto y de alguna forma regresa a la vida para atormentar y chupar la sangre de los vivos. En los siglos XVIII y XIX se llegaron a profanar las tumbas de sospechosos de ser vampiros; encontraban en los cadáveres “signos indudables” de vampirismo como sangre en la boca o nariz o colmillos prominentes. Cabe mencionar que para todos estos signos existe una explicación científica.

Este miedo a los muertos vivientes pronto llegó a la ficción en la que se representa la figura del vampiro (consolidada por Bram Stoker, por supuesto) como un ser solitario y marginal, que se mueve entre el atractivo y el horror.

Posee elementos muy específicos que tienen simbolismo muy marcado como lo es el beber la sangre de sus víctimas con la opción de convertirlas a su vez en vampiros, lo que hace referencia a las enfermedades contagiosas que se llevaban la vida de gran parte de la población. Se cree que no se reflejan en los espejos debido a que no tienen alma, razón por la que no había ningún espejo en el castillo de Drácula.

También se le asocia a ratas, murciélagos y lobos, animales que transmitían dichas enfermedades y que tienen que ver con otro monstruo con el que regularmente se le relaciona: el hombre lobo o licántropo. En la saga de Twilight de Stephenie Meyer, películas como Underworld (2003) o en la novela de Ali Hazelwood, Novia se explotan los paralelismos entre estos dos seres del horror gótico.

Método Van Helsing para matar vampiros

Con una imagen tan clara de lo que era un vampiro, era de esperarse que el folclore hubiese diseñado una técnica para derrotar a estos no-muertos. La técnica fue ampliamente detallada por Stoker en Drácula. Según las instrucciones del profesor Abraham Van Helsing, se debe clavar una estaca en el corazón del vampiro y desprender la cabeza de su cuerpo para que no pueda volver a levantarse de la tumba.

Sin embargo, este personaje también utiliza otros artilugios que funcionan para alejar o contener a varios vampiros en la novela como lo es un crucifijo o una ostia consagrada.

Otras debilidades de los vampiros son la luz solar y el ajo, características que tienen que ver con una enfermedad que padecía el propio Vlad Tepes y pudo haber influenciado el arquetipo, la porfiria. Esta condición metabólica, que se presenta con palidez extrema, enrojecimiento de los dientes y sensibilidad a la luz, se agrava con el consumo de ajo.

El vampiro es la imagen de los deseos reprimidos

A partir de Drácula, se consolidan elementos que definirán el arquetipo del vampiro. Stoker mezcla estos atributos (la inmortalidad, el poder hipnótico sobre sus víctimas, el erotismo peligroso y su condición de solitario) y los sitúa en el conde Drácula, quien con su atractivo sombrío redefine la figura del vampiro como un símbolo de tentación y pecado.

Estas características acentúan la dualidad entre la vida y la muerte, así como el temor moral frente al deseo. Drácula representa lo reprimido, aquello que en la vida cotidiana debe ocultarse y se disfraza, pero que en la oscuridad se revela con toda su fuerza. Este arquetipo no ha dejado de evolucionar, pero los elementos básicos establecidos por Stoker siguen presentes en la literatura y en otros medios.

La influencia de Drácula en el cine

Una de las adaptaciones más famosas de la novela, a pesar de no ser autorizada, también es el primer rostro vampírico que apareció en pantalla, estoy hablando de Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (1922) dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau.

Desde entonces, Drácula ha sido representado en el cine por actores como Bela Lugosi (a quien le debemos la imagen del conde con smoking) y Christopher Lee, cuyas interpretaciones dieron forma a la figura elegante y temible del vampiro que persiste en el imaginario colectivo.

Otro gran referente es Bram Stoker’s Dracula (1993) en la que Francis Ford Coppola hace un recorrido por la novela y el mito que llega hasta los orígenes guerreros del personaje. El conde aparece incluso en una película con “el enmascarado de plata”, Santo en el tesoro de Drácula (1968), filme que posee una versión alternativa para adultos.

La adaptación más reciente a 2024 es Nosferatu, un remake del filme expresionista de 1922 donde el vampiro será interpretado por Bill Skarsgård.

El legado de Stoker en la literatura vampírica

Bram Stoker estableció en Drácula un modelo que inspiró a autores como Anne Rice, en Entrevista con el vampiro, donde los vampiros también son seductores y reflexivos de su propia inmortalidad. Otro ejemplo es Stephen King, quien en Salem's Lot retoma la figura del vampiro como un invasor sobrenatural en un entorno familiar, explorando el miedo en lo cotidiano.

Estos no-muertos han llegado también a la ciencia ficción, a veces en contextos postapocalípticos como en I Am Legend de Richard Matheson. Octavia Butler, en Fledgling, crea una versión del vampiro que aborda la otredad y la supervivencia.

Aunque la fascinación por los vampiros nos ha llevado a traerlos a contextos contemporáneos como en la novela de Matt Haig, Los Radley donde adquiere un velo de búsqueda de identidad.

La inmortalidad de Drácula en el imaginario colectivo

Tal vez la figura oscura con colmillos se haya originado en la penumbra de un castillo en Transilvania, pero si ha sobrevivido hasta nuestros días es debido a que, como humanidad, no hemos superado los conflictos que lo crearon en primer lugar.

Su figura representa la ambigüedad de nuestros temores y deseos, la dualidad entre la atracción y el rechazo hacia lo desconocido y prohibido. En el vampiro que creó Bram Stoker, la humanidad ha encontrado una forma de enfrentarse a los límites de la vida y la muerte, la decadencia y el renacimiento.