Si nos diéramos a la tarea de hacer una lista de los nombres más destacados en la literatura universal —y ya ni hablar de la poesía de Estados Unidos—, Emily Dickinson (1830-1886) es una poeta que no puede faltar. Sumergirse en su vasta obra es como abrir una puerta a un lugar donde se abrazan la belleza y el misterio. Y ante el desconcierto que suele suscitar, no viene mal una guía con claves para su lectura, como es el tema que aquí nos ocupa.

Nacida el 10 de diciembre de 1830 en el pueblo de Amherst, Massachusetts, donde vivió prácticamente toda su vida, Emily Dickinson tuvo una existencia entregada a la escritura en soledad, al margen de los círculos de poetas y críticos. Pese a tener una vida aparentemente 'cerrada' al mundo, la poeta estadounidense fue muy prolífica, llegando a escribir más de mil 800 poemas que permanecieron inéditos, a excepción de apenas una decena que llegó a publicar, no siempre con su consentimiento. Fue hasta después de su muerte en 1886 cuando Lavinia, su hermana menor, descubrió su vasta colección de poemas y decidió hacerla pública.

Símbolo—Solemne-Tórrido

Debido a que Dickinson nunca puso fecha ni títulos a sus textos, cuando sus poemas comenzaron a ser publicados, la crítica decidió dividirlos en cuatro grupos temáticos: Vida, Naturaleza, Amor y Tiempo y eternidad. Sin embargo, en estas divisiones descansan infinidad de matices, algunos evidentes y otros más bien oscuros, que vuelven a su universo poético uno lleno de sorpresas, que hoy en día sigue dotando a su obra de una naturaleza inclasificable.

Sus poemas suelen estar marcados por la brevedad, con escasas palabras que a menudo dejan una sensación de extrañeza, pues nos invitan a fijar los ojos con más detenimiento para entender, desentrañar su enigma, o al menos intuirlo. Frecuentemente, Dickinson opta por emplear mayúsculas en palabras que no tienen esta distinción: objetos comunes, conceptos, un sustantivo cualquiera. Un recurso simple, pero que traza un hilo secreto (un "Hilo de Perla") que seguir para observar la luz que se esconde en la palabra. "Un Estilo—cual Terremoto—callado— / Demasiado sutil para despertar las sospechas..."

Para intuir el camino a seguir, podemos tomar algunos poemas de Emily como su propia poética, una universal y condicionada por lo oscuro, el encuentro entre la palabra y lo no dicho, un abismo que nos invita a mirarlo detenidamente. "Toda la Verdad decidla, pero al sesgo— / El Éxito radica en el Rodeo", canta la originaria de Amherst. Así como los ojos deben habituarse con cierta calma a la luz del día, o el deslumbramiento inesperado lastimará la vista: "La Verdad ha de deslumbrar muy poco a poco / O ciegos dejará a todos los Hombres—".

Para Dickinson, el "Poeta—Es Aquel / Que extrae asombrosos sentidos / de los significados más comunes—". Estamos ante una tarea que entraña una enorme complejidad, disimulada sólo por la sencillez de su lenguaje, como una luz que fuera alumbrando una noche desconocida. Con sus palabras como perlas o espadas, atraviesa el sentido y construye uno nuevo, funda un nuevo orden del lenguaje, con una "diferencia interior, Donde las Significaciones se instalan".

Con el uso de guiones y pausas, la poeta somete al lenguaje a una sintaxis inusual, donde cada palabra adquiere un peso especial y parece insinuar un secreto, donde un rostro se vuelve muchos rostros; anonimato y universalidad. "¡Yo soy Nadie! ¿Quién eres tú? / ¿Eres—Nadie—también? / ¡Ya somos dos, entonces! / ¡No digas nada! ¡Nos desterrarían—ya sabes!".

Al decir que la Vida es un tema central en la poesía de Emily Dickinson, hay que entender que ésta contiene también a su otra cara: la Muerte, que aparece con una insistencia casi obsesiva en la obra de la estadounidense, como en su clásico poema de "Porque a la Muerte yo esperar no pude— Ella muy amablemente vino a buscarme a mí—". Esta manera de mirar de frente al abismo, su inclinación a lo siniestro, es algo que no es difícil de notar en sus poemas, donde lo aterrador a veces se disfraza de inocencia, y que hace considerarla como heredera de un romanticismo tardío y decadente, como lo fue también Edgar Allan Poe, otro grande de la literatura estadounidense.

De igual manera, encontramos que, a partir de escenas de la vida cotidiana, la poeta encuentra un trasfondo filosófico que nos invita a reflexionar sobre la Muerte, a la que nombra como si de una vieja amiga se tratara. Es así que en un poema leemos cómo el gato juega con el ratón, le da una engañosa tregua sólo para igualmente darle fin, así como la esperanza ocurre en nuestras vidas, que terminan siempre en el ataúd:

"El Gato da una tregua al Ratón

Afloja los dientes

Sólo lo suficiente para que le engañe la Esperanza—

Enseguida lo tritura hasta morir—

Morir —es el Galardón de la Vida—

Preferible que sea de una vez—

Y no morir a medias—recuperarse luego

Para un Eclipse más consciente—".

Vida y obra de Emily Dickinson: fronteras que se funden

Se sabe que Emily Dickinson tuvo una gran pasión por la botánica, al punto de que llegó a elaborar un vasto herbario con cientos de plantas y flores prensadas, así que no es de sorprender que la Naturaleza aflore en sus poemas con tanta recurrencia, encontrando la belleza en detalles tan pequeños como el movimiento de las hojas o el vuelo de un insecto. Pero no nos confundamos; no es una belleza inocente, sino más bien oscura e inquietante.

Una de las facetas más controversiales de Dickinson fue en torno al amor, y es que por la manera en que vida y literatura confunden sus fronteras en la vida de la poeta, hay muchos detalles sobre su biografía de los que sólo podemos especular. De lo que no hay duda es de que uno de los vínculos más especiales en su vida fue con Susan Huntington Gilbert, su cuñada, con quien mantuvo una enorme correspondencia de más de 250 cartas, a pesar de que vivían a unas casas de distancia, y a quien le dedicó gran cantidad de poemas, muchos de los cuales han hecho pensar que su vínculo no sólo era intelectual y amistoso, sino también amoroso, de adoración.

Decía que la obra de Emily Dickinson podría enmarcarse en la tradición del romanticismo tardío, pero también es cierto que su obra parece alzarse en una soledad, sin referencias claras a otros autores u obras, lo que ha vuelto tan complicado la tarea de clasificarla. Sin embargo, su devoción por la palabra le valen un lugar indiscutible entre la lista de grandes autores no sólo de la literatura estadounidense, sino universal.

Esta entrega incondicional, la búsqueda incansable de una belleza que estremezca, todo o nada, basta con leer las siguientes palabras: "Si leo un libro y mi cuerpo se hiela hasta el punto de que no hay fuego que pueda calentarlo, entonces sé que eso es poesía. Si me siento físicamente como si me arrancaran la tapa de los sesos, sé que eso es poesía". Esta es Emily Dickinson. La puerta está abierta: atrévete a cruzar el umbral.