Alrededor de las grandes obras literarias suelen tejerse relatos que elevan su gestación a la categoría de leyenda. No es suficiente con leerlas: es casi inevitable querer saber cómo surgieron, como si al conocer los detalles de su creación pudiéramos desentrañar el secreto de su inmortalidad. Cien años de soledad, la obra cumbre del escritor colombiano Gabriel García Márquez es uno de los mitos más grandes de la literatura.

La historia de su creación está llena de anécdotas extraordinarias, desde viajes que no llegaron a destino, pasando por crisis económicas que casi la frustran, hasta una revelación en medio de la carretera.

En este artículo develaremos las diversas versiones, secretos y curiosidades que rodean el nacimiento de Macondo y los Buendía. Porque, más allá de la genialidad del texto, Cien años de soledad es también la historia de un escritor que luchó contra la adversidad para traer a la vida una de las novelas más importantes de la literatura universal.

La semilla de los Buendía

Cuando un escritor emprende el viaje de la creación, de alguna forma abre una ventana en la realidad, una ventana de la que surge una realidad nueva, un universo, y es que Cien años de soledad nos cuenta la historia de Macondo desde su nacimiento hasta su destrucción.

La idea del mítico pueblo y el drama familiar estuvo rondando la cabeza de García Márquez desde sus 17 años, tiempo en el que pudo concebirla y desarrollarla con el título de La casa que hacía referencia a la casa de la familia Buendía, idea que al final tuvo que cambiar por la de un pueblo entero debido a que resultaba sumamente difícil que todos los sucesos acontecidos en la novela se dieran únicamente dentro de una casa.

El tono en el que se contaría la historia llegó de súbito a su mente durante un viaje familiar hacia Acapulco, lugar al que nunca llegó, puesto que a mitad de la carretera el escritor dio media vuelta y regresó a su casa de la Ciudad de México con la decisión de narrar su novela del mismo modo en el que su abuela lo mantenía enganchado con sus historias en su infancia en Aracataca.

Los frenos de la escritura

Uno de los obstáculos a los que se enfrenta la gran mayoría de los escritores a la hora de crear es sin duda el dinero, o más bien la falta de él. Antes de la publicación de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez y su esposa Mercedes Barcha debían ya tres meses de alquiler. Cuenta el escritor que cuando llamó el casero para cobrarles, Mercedes le preguntó cuánto tiempo se tardaría en escribir la novela a lo que él respondió que seis meses, el casero les aseguró que le bastaba con su palabra de que le pagarían en siete meses.

Lo cierto es que el director editorial de Sudamericana, Francisco Porrúa, había quedado prendado de los capítulos preliminares de la novela que había leído y le había mandado quinientos dólares a García Márquez como adelanto.

Gabriel García M��rquez y su esposa Mercedes Barcha

García Márquez cuenta también que en cuanto Mercedes, que era quien llevaba la administración por completo de la casa en ese momento, llegó al fondo de ese adelanto, él llevó su coche al Monte de Piedad para empeñarlo y poder seguir escribiendo.

Pero para cuando estuvo terminado el manuscrito, llegó ahora la dificultad de enviarlo por correo postal a la editorial ubicada en Buenos Aires, Argentina. El costo del envío se calcula con base en el peso de los paquetes, por lo que enviar el libro de setecientas páginas costaba ochenta pesos y la pareja contaba solamente con cuarenta y cinco, por lo que decidieron enviar la mitad. Empeñaron los últimos tres electrodomésticos que quedaban en la casa y regresaron con cincuenta pesos más para enviar a la editorial la parte restante de Cien años de soledad. Al salir de la oficina de correos, Mercedes comentó a su esposo algo que tal vez había estado pensando durante el último año y medio: “Lo único que falta es que esta novela sea mala”.

Entre el mito y la realidad

Es innegable que tanto Gabriel García Márquez como su obra cumbre forman parte de los grandes hitos de la historia de la literatura, no obstante, mucho de lo que conforma el mito de su creación lo construyó él mismo con declaraciones que aportaban mucho a el halo de leyenda que ahora lo cubre.

En una entrevista con Elena Poniatowska, por ejemplo, García Márquez aseguró que, de no haber escrito la historia de la familia Buendía con los apuros económicos por los que pasó, habría quedado mucho más larga, ya que poseía material para al menos dos generaciones familiares más. Sin embargo, poco se sabe de lo que quedó fuera de la novela debido a que el escritor destruyó todo vestigio de los cuadernos de notas de su proceso de escritura, esto con la intención de que nadie viera las “costuras” de la obra.

También se dice que no existe un solo manuscrito original, sino que se habla de cuatro de ellos. El primero es el que envió junto a Mercedes en dos partes por correo a la editorial, el segundo lo envió al escritor y amigo personal Álvaro Mutis, el tercero estuvo circulando entre los amigos que tenía en México hasta quedar en manos de Emanuel Carballo (que actualmente se ubica en la casa-museo Tovar y de Teresa), y el cuarto fue enviado a Barranquilla, Colombia para que lo leyeran sus amigos.

No obstante, el único material que el gobierno de Colombia considera un bien de interés cultural son las primeras pruebas de galeras de la novela, es decir, el archivo de prueba de impresión que realizó la editorial y que fue enviado al autor para su revisión, este documento cuenta con las correcciones de puño y letra de García Márquez.

El poeta colombiano Álvaro Mutis fue un amigo cercano del Gabo

Detrás del proceso creativo

Muchas veces la leyenda de un escritor es simplemente el cúmulo de peculiaridades y manías que todos tenemos, pero que se bañan de magia cuando tienen que ver con la creación de grandes obras de arte.

Gabriel García Márquez recuerda la época en que escribió Cien años de soledad como un tiempo difícil por la falta de dinero pero maravilloso por lo prolífico que era su trabajo como escritor. Por su parte, lo único que recogen sus hijos en la memoria fue que su padre permanecía encerrado en una habitación. Y es que García Márquez le dedicaba jornadas de aproximadamente diez horas diarias a la escritura de la novela, en las que escribía en la mañana y corregía lo que acababa de escribir en la tarde; siempre dejando un poco de trabajo inconcluso para retomarlo con mayor entusiasmo al día siguiente.

La primera edición de Cien años de soledad contó con un tiraje de ocho mil ejemplares que se agotaron en el primer mes de venta. Pero este gran éxito se debió en parte a la fenomenal campaña de expectativa que generó la editorial al ir publicando capítulos sueltos de la novela casi desde un año antes de su fecha de publicación.

Adicionalmente, el que García Márquez compartiera su manuscrito con otras figuras del “Boom latinoamericano” como Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa; así como las reseñas y comentarios que estos publicaron antes de publicarse el libro, contribuyó enormemente a la locura de ventas posterior.

La eternidad vive en Macondo

En la carretera hacia Acapulco, en las penurias económicas compartidas con Mercedes, y en las largas jornadas de escritura, Gabriel García Márquez no sólo estaba creando un pueblo ficticio, sino también una epopeya literaria que marcó un antes y un después en la literatura universal. Así, mientras el manuscrito de Cien años de soledad viajaba dividido en dos por correo o se compartía entre amigos escritores, el mito de García Márquez y su novela ya comenzaba a forjarse.

Macondo, con sus muros de realismo mágico y sus generaciones condenadas a cien años de soledad, trascendió a su autor para convertirse en un lugar mítico en la conciencia colectiva. Es, quizás, uno de los mejores ejemplos de que las grandes obras no sólo nacen del talento, sino también del trabajo, de la pasión y de la capacidad de convertir las adversidades en combustible para la creación.