La familia no se escoge, en general aprendemos a relacionarnos gracias a nuestros padres de quienes dependemos desde el nacimiento. Pero hay otra relación que a veces resulta compleja y que también nos acompaña mientras crecemos, los hermanos.

Con grandes tintes autobiográficos, la escritora y periodista Gisela Antonuccio aborda esta relación en su novela Hermanas, cuya estructura de capítulos brevísimos le imprime intensidad psicológica a cada página en la que vamos sorbiendo poco a poco la historia de este fuerte vínculo universal.

La fortaleza de un vínculo inquebrantable

A través de la mirada de Vane, la hermana mayor, nos adentramos en la relación de estas dos hermanas “del corazón” como les respondería su madre ante la cuestión de que a Vane la adoptaron, mientras que su hermana pequeña, Lore, es hija biológica. El grueso de la trama se centra en los problemas que afronta esta última desde la infancia y cómo la búsqueda de refugio en su hermana mayor se convierte constantemente en la única y última opción en su vida.

De esta manera, somos testigos de un vínculo que nace con Lore, una se estrena como hermana con el nacimiento de alguien más. Cómo lo que comienza como compañía se transforma en una complicidad muy especial y después en una lucha de poder.

A lo largo de la historia los roles y dinámicas entre Vane y Lore van cambiando y el primer punto de inflexión recae cuando la mayor pasa a ser la cuidadora de la menor. Esta desigualdad jerárquica ocasiona una ruptura entre ellas que trae consigo una profunda incomprensión que aleja a las jóvenes de aquellas niñas que parecían inseparables.

Un microcosmos de amor y conflicto

Lore y Vane crecen en un entorno familiar marcado por la ausencia y la incomprensión, pero también por la calidez y el amor. Sus padres salen a trabajar todos los días, por lo que la convivencia familiar recae casi por completo en las hermanas.

A medida que las dos van creciendo desaparece esa sensación de ser las chicas contra los grandes y se vislumbran los dejos de personalidad de cada una de ellas, llegan con fuerza, pues ellas se darán cuenta de que son más diferentes de lo que creían.

En algún momento de la vida, sobre todo a las mujeres, nos ha tocado cuidar de nuestros hermanos. Vane se convierte en la responsable de su hermana menor, responsabilidad demasiado grande para una niña, más aún cuando esa niña comienza a ver las diferencias que tiene con su hermana, al grado de “no soportarla”. Una niña a la que le quitaron a su hermana y le dieron una hija.

En este punto, que además coincide con la adolescencia de ambas, se desata una batalla en la que Lore descarga toda su ira y rebeldía, no en su madre como se esperaría, sino en su hermana, a quien lejos de ver como una igual, la ve como la autoridad a desafiar.

Buscando un lugar en el mundo

Sus padres nunca le ocultaron a Vane su origen, así que creció consciente de que su madre biológica era italiana. Esta cuestión le trae una serie de preguntas en sobre sí misma, como el hecho de pensar que es diferente al resto de su familia por no compartir lazos de sangre. O el contraste que ella nota con más fuerza que el que se producía con su hermana, pues mientras Lore es atrevida e impulsiva, Vane no comprende muchas de las acciones de su hermana quien hasta llega a decirle que le da miedo el mundo.

Cuando Lore comienza a tener problemas en la escuela y con sus amigos, Vane se ve obligada a tomar decisiones con el criterio que cree que tendría una madre. Y es aquí donde Antonuccio vuelve al problema de una niña actuando como madre de su hermana, lo que provoca una ruptura en la confianza entre ambas.

No es sino hasta que a Vane se le presenta la oportunidad de viajar a Italia que se da por fin el permiso de pensar solamente en sí misma y de tomar un papel de autoexploración que la cambiará para siempre.

Dependencia y redención

Las adicciones de Lore se presentan como una extensión de su vida problemática, una forma desesperada de encontrar su identidad y lidiar con sus conflictos internos. Su dependencia de las drogas también exacerba la tensión entre las hermanas.

Lore, en su búsqueda de consuelo y escapatoria, demanda constantemente la atención y el cuidado de Vane, obligándola a asumir el rol maternal que nunca le correspondió. Esta situación crea un ciclo de dependencia y sufrimiento, donde Vane lucha por proteger a su hermana mientras intenta mantener su propia vida en equilibrio.

La presencia constante de Lore y sus problemas de adicciones impide que Vane pueda alejarse y vivir su vida plenamente. Cada recaída de Lore es un llamado de emergencia para Vane, una prueba más de su responsabilidad fraternal. Sin embargo, Vane enfrenta una lucha interna entre su deseo de ayudar a su hermana y la necesidad de encontrar su propia identidad y felicidad.

La única esperanza se materializa en Italia, que también es un respiro de la constante presión familiar. Este viaje simboliza su valentía para romper el ciclo y buscar un nuevo camino, a pesar de las cadenas emocionales que la atan a su hermana.

Hermanas plasma una historia auténtica que resonará en cualquiera que haya experimentado las alegrías y dolores de crecer con hermanos. Gisela Antonuccio nos regala una reflexión profunda sobre el amor, la responsabilidad y la búsqueda de uno mismo. Vane y Lore, con sus diferencias y similitudes, nos muestran cómo esas personitas con las que crecemos, a veces cariñosas y a veces insoportables, pueden ser tanto un refugio como un campo de batalla.