Si le preguntas a alguna inteligencia artificial capaz de generar lenguaje si es consciente, te va a responder que no debido a que no puede experimentarla como los humanos porque no tiene experiencias subjetivas. ¿Es esto lo que nos hace humanos? Esta es una de las grandes obsesiones de la literatura de ciencia ficción y mientras más se escribe de ello menor parece aclararse la respuesta.

En la actualidad, entendemos la inteligencia artificial como el desarrollo de sistemas informáticos capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana. Esto incluye capacidades desde el reconocimiento de voz y la visión por computadora hasta el aprendizaje automático y la toma de decisiones. Pero, ¿este concepto responde a lo que la literatura de ciencia ficci��n imaginó siglos atrás? ¿Qué nos diferencia realmente de esos sistemas informáticos?

¿Cómo imaginamos la Inteligencia Artificial en el pasado?

La fascinación por las conciencias artificiales se puede registrar hasta los mitos y leyendas que asemejan la supuesta creación del ser humano por parte de alguna deidad. Como la leyenda medieval checa del Gólem que implica la creación de una criatura artificial por parte de un rabino para proteger a la comunidad judía de amenazas externas. Historia que sería retomada por Gustav Meyrink en su novela El Gólem en la que es propenso a escapar de la supervisión con facilidad, lo que desencadena eventos catastróficos; y por Jorge Luis Borges en el poema del mismo nombre donde reflexiona sobre la “vida” y la imperfección de la creación humana.

A pesar de obedecer órdenes simples, el Gólem no tenía una conciencia como sí la obtuvo Pinocho. Aunque Carlo Collodi la escribió mucho antes de que existiera el concepto de IA en su forma actual, hay ciertos elementos de la historia del niño de madera que pueden interpretarse en relación con la creación de seres artificiales y el proceso de adquisición de la humanidad que sería el temor central que guiaría la trama en obras posteriores.

Androides y otros seres animados

Si la inteligencia artificial nos enseña sobre nuestra propia humanidad, ¿por qué asusta tanto que poco a poco se parezca más a nosotros? En el siglo XIX eran muy comunes las presentaciones públicas en las que se reanimaban extremidades de cadáveres de animales mediante choques eléctricos. Entre el público de uno de estos espectáculos se encontraba Mary Shelley quien se inspiraría en estos descubrimientos para escribir Frankenstein o el moderno Prometeo.

Aunque el proceso de creación de la criatura, a partir de partes de cadáveres, no involucra tecnología avanzada, es un ser creado por un humano que cobra vida y desarrolla su propia conciencia y sentido de identidad. Esto plantea cuestiones éticas sobre el control, la responsabilidad y la relación entre creador y creación.

Asusta que la IA se parezca a nosotros porque puede llegar el punto en el que no logremos distinguirla al comenzar a actuar como un ser humano y si algo sabemos es que no somos confiables. El cyberpunk de Philip K. Dick ha sabido retratar la decadencia humana a través de escenarios tecnológicos y futuristas. En la que tal vez sea su obra más famosa, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, plantea un futuro en el que androides creados para servir a las personas que puedan pagarlos son cazados por el protagonista. Lo único que los distingue de un ser humano es su falta de empatía y emociones genuinas, por lo que se utiliza un test que pone a prueba precisamente estas características.

Se abordan también cuestiones como la identidad y la autonomía. La novela desafía las percepciones tradicionales sobre la naturaleza de la inteligencia artificial y su papel en la sociedad humana.

Lo que la ciencia ficción imaginó: la IA en la vida cotidiana

No es ninguna revelación afirmar que vivimos en una era en la que las computadoras y los robots son parte de nuestra vida. Sin embargo, también estamos atestiguando el inicio de la era en la que la inteligencia artificial toma su camino a nuestro lado, aprende y replica de una forma mucho más sofisticada.

Un futuro similar es el que alimenta las historias que cuenta Harry Purvis en un pub dentro de Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco. Un divertido libro que Arthur C. Clarke pobló de máquinas para producir silencio, reproducir el placer sexual o fabricar melodías perfectas. Pero cuando se trata de dilemas éticos donde la máquina deba tomar una decisión en la que vayan de por medio vidas humanas, las máquinas de Clarke son capaces de sorprender hasta a sus propios creadores.

Si la convivencia con robots y máquinas “inteligentes” será la norma, a pesar del peligro de la adquisición de conciencia, no esperaremos demasiado para que tengan sus propias aventuras y sigan sus propios caminos como los protagonistas de Ciberíada, dos robots que viajan construyendo diferentes máquinas por encargo.

Si bien no todos los cuentos de este libro de Stanislaw Lem abordan directamente la IA, muchos de ellos exploran temas relacionados con la creación y el comportamiento de seres artificiales. Por ejemplo, en algunos cuentos se presentan robots con inteligencia avanzada que cuestionan su propósito y buscan comprender su lugar en el universo. Otros cuentos pueden tratar sobre la interacción entre humanos y robots en situaciones cotidianas o extraordinarias, lo que lleva a reflexiones sobre la naturaleza de la inteligencia y la moralidad.

La inteligencia artificial es uno de los avances tecnológicos más revolucionarios de nuestro tiempo. Lo que nos asusta de ella es la falta de certezas en cuanto a su propio desarrollo y que dicho desarrollo implique que perdamos el control de ella. Nos fascina la tecnología, pero nos da miedo dejar de entenderla y ante la incertidumbre, no hay peor refugio que la imaginación.