La Navidad es una celebración que ha llegado a los confines del mundo. Dependiendo de cada lugar, se celebra distinto, pero todos tenemos en el imaginario colectivo una imagen muy clara de cómo es, aunque jamás la hayamos vivido así: la nieve cubriendo los tejados, los pinos gigantescos, las chimeneas, las pistas de hielo, los regalos. Este estereotipo viene de la literatura inglesa y en este artículo te hablaremos más sobre sus orígenes y cómo se difundió a través de la literatura.

Historia de la Navidad

La Navidad se celebra el 25 de diciembre para conmemorar el día en que nació Jesús en Belén. Pero esta fecha tiene una importancia más antigua. Para los romanos, esa semana de diciembre era muy importante, pues ocurría el solsticio de invierno y se organizaban fiestas en honor a Saturno y Apolo. Durante esos días también se reunían en familia, compartían la comida, se daban regalos y preparaban banquetes.

Sin embargo, esto no significa que casualmente Jesús nació en un día tan simbólico para otras culturas. En realidad, de acuerdo con los evangelios, nació en algún punto de la primavera. El papa Julio I, entre el año 320 y 353, declaró que el 25 de diciembre se celebraría su nacimiento, probablemente con la intención de terminar de convertir a los romanos que ya consideraban ese día un evento importante. Doscientos años después se quedó como fecha fija y lo celebramos hasta hoy en día.

Esos son sus orígenes, pero ¿cómo se convirtió en la festividad llena de luces, árboles, elfos y caramelos y, sobre todo, en un día con Santa Claus como personaje principal? San Nicolás fue un personaje histórico que vivió en Grecia unos 280 años después de Cristo y se dedicó a luchar por la aceptación del cristianismo y a salvar a los jóvenes. Con el paso de los años en Europa pasó a ser una figura que el 6 de diciembre repartía regalos por las casas, hasta que se convirtió en el ayudante de Jesús el día de su cumpleaños y hoy es el encargado exclusivo de hacer feliz a los niños.

Los demás elementos característicos de la Navidad se los debemos a la época victoriana y a su gran difusión a través de la literatura inglesa.

La Navidad victoriana

La época victoriana comprendió del año 1837 al 1901, fue el periodo de mayor esplendor de Inglaterra y el punto más alto de su revolución industrial. Hubo mucha estabilidad económica, pero también explotación laboral, por lo que el final de esta etapa estuvo marcado por las revueltas sociales y la represión policíaca.

Debido a la abundancia económica y a la industrialización, la monarquía buscó profundizar más en las tradiciones navideñas incorporando elementos alemanes, como el árbol de Navidad, y enriqueciendo algunos elementos medievales tradicionales.

Fue en este momento que surgieron los obsequios caros, las postales, los abetos llenos de esferas, velas, banquetes exuberantes y villancicos. Además, el papel de Santa Claus tomó una importancia mayor por la producción de juguetes, que permitió que más familias llenaran sus casas de regalos para todos los niños.

Navidad y literatura inglesa

Dentro de este contexto nació la literatura victoriana, una de las más estudiadas del Reino Unido y más leída internacionalmente. Tuvo muchas manifestaciones temáticas distintas y el género predominante fue la novela.

En estas décadas se dejó atrás el romanticismo para pasar al realismo, los escritores buscaron hablar sobre la importancia de la ciencia y el conocimiento, más que de los sentimientos. Además, retrataron la rápida transformación de las ciudades industrializadas, tanto los aspectos positivos como los grandes edificios y puentes, como los negativos, la pobreza, la desigualdad y la criminalidad.

Dentro de las obras victorianas más reconocidas están Alicia en el país de las maravillas, El retrato de Dorian Gray, Frankenstein o el moderno Prometeo, entre muchas otras. En esta intención de escribir acerca de la modernidad y de los cambios sociales, la Navidad no podía quedarse fuera, por lo que varias de las historias navideñas emblemáticas fueron escritas por grandes autores victorianos. Estos son algunos ejemplos que no te puedes perder.

Charles Dickens escribió A Christmas Carol conocida como Cuento de Navidad en español, una novela corta que marcó un antes y un después en las celebraciones navideñas. En ella narra la historia de Scrooge, un hombre avaro y adicto al trabajo, que es visitado por tres fantasmas que lo llevan a conocer sus infancias y la pobreza que sufrieron. Gracias a esta narración, la Navidad terminó por conformarse como una fiesta dadivosa para compartir y pasar tiempo con la familia.

En varios pasajes de Henry James podrás encontrar retratos fieles de cómo se vivía el espíritu navideño en varias partes de Europa: los escaparates de las tiendas llenos de chocolates, los adornos de cristal importados y la exhibición del lujo sin otra utilidad que la apreciación estética.

Oscar Wilde escribió varios cuentos para niños con moralejas hermosas y que hacían una crítica muy fuerte a la sociedad. La Navidad fue la ambientación de varias de sus historias, sobre todo en las que buscó hacer un contraste entre la riqueza de algunos, llenos de regalos y saciados de comida, y la profunda pobreza de otros, que pasaban el invierno en las calles.

Una de las cualidades más interesantes de la literatura victoriana de Navidad es la mezcla de géneros. Arthur Conan Doyle puso en un solo relato acción, misterio, horror y una noche navideña. “An Exciting Christmas Eve” narra la historia de un doctor experto en explosivos que, en plena nochebuena, es llamado para solucionar una emergencia médica misteriosa. Siguiente la misma línea, Anthony Trollope escribió “Christmas At Thompson Hall” un relato detectivesco que toma lugar unos días antes de la Navidad.

Puedes encontrar estos y otros relatos navideños en el libro Cuentos victorianos de Navidad, que reúne en un mismo lugar varias de las historias más emblemáticas de la época.

No importa dónde celebremos la Navidad ni cómo, en nuestro imaginario se encuentran los mismos escenarios y tradiciones que muchas veces no nos cuestionamos de dónde vienen. Su gran aceptación es, una vez más, la gran muestra de que la literatura tiene un papel fundamental en la cultura y en la difusión de costumbres. En autores tan lejanos como los escritores victorianos se encuentran las mismas postales, árboles y cenas que comemos en otro continente cada año.