¿Qué tan lejos estás dispuesto a llegar por otra persona?

En La otra voz, Zaida Ríos explora esta pregunta a través de Azul, un chico con la extraordinaria capacidad de conectarse con el alma de la gente. Con sólo tocar a otra persona, Azul puede escuchar todos sus pensamientos, conocer sus más oscuros secretos y entender todos sus anhelos.

Esto, sin embargo, lo ha llevado a crecer aislado del mundo, siendo él mismo un secreto guardado recelosamente por su ultra religiosa abuela adoptiva, Leonor, quien crio a Azul desde que él era un infante. Creciendo en una remota ranchería en la sierra, Azul vivió una vida de temor a ser descubierto y señalado como una abominación.

A través de esta nube negra que persigue a su protagonista, Ríos nos hace reflexionar sobre la reclusión; sobre la manera en la que la sociedad nos ha condicionado a rechazar a cualquiera que sea diferente, por lo que estas personas no están dispuestas a arriesgar su seguridad al revelarse ante el mundo. Al mismo tiempo, podemos ver en los dones de Azul, la enorme pérdida que sufrimos como humanidad, al forzar a estos extraordinarios individuos al anonimato.

La única compañía que Azul tuvo a lo largo de su infancia fue la de Nicolás, el otro nieto de Leonor y la única persona con la que él puede compartir el secreto de sus habilidades. Pero más que eso, Azul y Nicolás comparten un lazo especial. Una conexión que sólo se genera entre dos personas que se conocen de toda la vida; individuos que en un instante son un equipo y al siguiente son enemigos mortales; que se pueden pelear a golpes tan fácilmente como se dirán palabras de aliento y seguridad; que se odian y se aman indudablemente.

En otras palabras: hermanos.

Todo lo que se va, tiene que volver.

Al comienzo de La otra voz, Ríos nos presenta a dos muchachos muy diferentes, pero igualmente perdidos.

Nicolás es un médico en la Ciudad de México, preparándose para iniciar su especialidad y pedirle matrimonio a su novia, a pesar de que ella no parezca reciprocar su afecto.

Azul, por su parte, vive recluido en un pueblo en Baja California, usando un nombre falso y una cantidad ridícula de drogas y alcohol para apaciguar sus habilidades. Además, lleva diez años de no tener contacto con su hermano, quien lo presume muerto. Azul trata desesperadamente de ahogar a sus demonios con el contenido de una botella, pero cuando una amenaza incierta aparece en sus vidas, se ve forzado a regresar a Nicolás y enfrentarse a los fantasmas de su pasado.

El mensaje que Zaida Ríos nos comparte con esta obra es claro: explora los estragos que causa el miedo al rechazo social en un individuo, así como el odio autoimpuesto consecuencia del aislamiento y la culpa de no poder encajar. Cada aspecto de la vida de Azul al momento en el que lo conocemos, como un adulto joven, evidencia como su propio rechazo a sus habilidades es también un rechazo a su identidad, lo cual es, lamentablemente, una situación sufrida por tanta gente en nuestra sociedad.

El uso de un nombre falso, la drogadicción, el alcoholismo y el haberse separado de la gente que él ama, son algunos de los muy reales ejemplos del daño causado por los prejuicios y la discriminación, avanzados a un nivel que, más allá de deprimentes, han alcanzado un nivel autodestructivo.

La fantasía como un reflejo de todos nosotros

A lo largo de su historia, los géneros de la fantasía y la ciencia ficción han sido utilizados como un medio para hablar de nuestras realidades sociales. Famosamente, los X-Men de Marvel Comics fueron concebidos como una metáfora para diferentes grupos marginados. En sus principios, su creación coincidió con el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos para las personas afrodescendientes. Más adelante, con su adaptación cinematográfica en el año 2000, le dieron representación a la lucha de la comunidad LGBT+.

Como ya vimos, no es nada nuevo el uso de habilidades fantásticas para simbolizar rasgos que les impiden a ciertos individuos encajar en el status quo de la sociedad. Sin embargo, lo que hace destacar a La otra voz, es su presencia en la literatura mexicana, específicamente en el género fantástico. Como casi toda Latinoamérica, la literatura fantástica en México consiste casi por completo de una larga tradición establecida en el realismo mágico, género que, por su misma naturaleza, no es apto para expresar el mensaje de esta obra.

El realismo mágico acepta inmediatamente las diferencias e incongruencias a la normalidad, sin hacer escándalos ni alienar al lector o a los personajes. Por ende, esta novela, como su protagonista, tuvo que romper con el molde establecido y atreverse a ser juzgada. El resultado es una historia que, aunque lejos de ser perfecta, es un respiro de aire fresco en la literatura mexicana, que asimila suficientes elementos de nuestra cultura como para darse una identidad, sin enfocarse tanto en ella como para hacer esta su única característica.

En su interior, esta es una historia sobre hermandad; sobre los lazos irrompibles que nos unen con el mundo y la tragedia que es tener una chispa, pero temer utilizarla.