Es difícil pensar el cine de suspenso tal y como lo conocemos sin las películas de Alfred Hitchcock, pero es aún más difícil pensar sus obras sin todos los libros y autores de donde salieron todas esas perturbadoras historias.

Hitchcock es sinónimo de misterio en el cine, su inconfundible estilo tanto cinematográfico como temático le valió el mote de “maestro del suspense”. Sin embargo, su vínculo —y sobre todo el de su obra— con la literatura es un aspecto menos conocido de su legado.

En este artículo, exploraremos cómo la vida del famoso cineasta y su relación con la literatura se reflejan en algunas de sus películas más icónicas. Intentaremos desentrañar el genio detrás de sus adaptaciones literarias más memorables.

Miedo infantil y un oscuro talento

Alfred Hitchcock nació el 13 de agosto de 1899 en Londres, Inglaterra. Desde pequeño se vio infundido por miedos diversos como a la policía o a los castigos físicos propinados en su escuela jesuita, el St. Ignatius' College, miedos que se tradujeron en un interés por las historias macabras que aterraran a los demás.

Su carrera cinematográfica despegó el verano de 1921, trabajando primero como diseñador de títulos, esas tarjetas con diálogos y narraciones que aparecían en las películas mudas, y luego como director en el cine mudo británico.

Conocido por su humor oscuro y sus extravagantes manías, Hitchcock era todo un personaje tanto dentro como fuera de la pantalla. Las mejores muestras de ese sarcasmo inconfundible las dio en su programa de televisión de 1955 Alfred Hitchcock presenta, donde aparecía saludando al público y haciendo una pequeña introducción al episodio del día y al final, con un irónico comentario sobre el mismo. Su afición por las bromas quedó registrada en una entrevista para Los Ángeles Times donde describe ciertas reglas para jugar y aceptar bromas.

Si bien fue de los primeros directores que complejizaron más a las mujeres en la ficción y llegaron a crear personajes femeninos completos, su relación con las actrices que protagonizaron sus obras estuvo ensombrecida por la violencia y el acoso.

Además de disfrutar asustando a Janet Leigh con el maniquí de la madre de Norman durante el rodaje de Psicosis, es bien conocido el trauma que le ocasionó la famosa escena de la regadera que se rodó por completo en un total de siete días.

Por su parte, Joan Fontaine, protagonista de tres de sus películas, declaró que la hacía sentir miserable a causa del control extremo que ejercía sobre ella en las filmaciones. A esta cadena de abusos la corona la denuncia de acoso sexual en 2016 por parte de Tippi Hedren a quien violentó sexual y psicológicamente durante todo el rodaje de Los pájaros.

Literatura visual

Hitchcock tenía una relación complicada con la literatura. En El cine según Hitchcock, el cineasta habla sobre su experiencia lectora: “Yo leo una historia solo una vez. Cuando la idea de base me sirve, la adopto, olvido por completo el libro y fabrico cine.” Tampoco leía ficción porque constantemente se preguntaba si tal o cual historia podría llevarse a la pantalla, Además, sólo disfrutaba de las obras que poseían sencillez y aquellas cuya seducción no resida en el estilo.

Su afición por este tipo de literatura le valió la creación de una revista literaria especializada en ficción de misterio y varias antologías de relatos de suspenso que él mismo compilaba, todos ellos destacados por su prosa simple y el predilecto “temperamento visual” del director. Eso sí, en cuando se embarcaba en la creación de una adaptación, olvidaba el libro por completo y se vaciaba de lleno al cine.

Muchas de sus películas están basadas en obras literarias. Su amor por la literatura se reflejaba tanto en sus elecciones de guion, como también en su enfoque detallado al adaptar historias. Edward White, en Las doce vidas de Alfred Hitchcock, explora la afición de Hitchcock por los cuentos de terror, así como la meticulosa selección de las obras que quería adaptar. Hitchcock prefería historias con fuertes elementos psicológicos y giros inesperados, características que se traducían perfectamente a su estilo de cine.

El arte de las adaptaciones de Hitchcock

“Seguramente conocerá usted la historia de las dos cabras que se están comiendo los rollos de una película basada en un best-seller, y una cabra le dice a la otra: «Yo prefiero el libro».” Esta historia la cuenta Alfred Hitchcock en El cine según Hitchcock a Francois Truffaut, donde se revela cómo abordaba la adaptación de obras literarias. Hitchcock creía que una buena adaptación no debía ser fiel al pie de la letra, sino capturar la esencia de la historia y transformarla en una experiencia cinematográfica.

En su obra se hallan adaptaciones tan memorables como Rebeca (1940), basada en una novela de Daphne du Maurier, Marnie (1964), basada en una de Winston Graham o la icónica La ventana indiscreta (1954) extraída de un relato de Cornell Woolrich. Cada adaptación refleja una necesidad de transformar la literatura en experiencias cinematográficas inolvidables.

Los pájaros

Una muestra de su habilidad para convertir una historia breve en un thriller cinematográfico lleno de tensión es la galardonada Los pájaros (1963). Basada en un cuento de Daphne du Maurier —que a su vez se basa en hechos reales—, es una de las películas más emblemáticas de Hitchcock. Mientras que el relato original se centraba en una familia y su lucha por sobrevivir, la película amplía el enfoque para incluir a toda una comunidad que no estaba en la obra original. La ambigüedad del origen del ataque de los pájaros en la película aumenta el suspense y el miedo.

Extraños en un tren

Por su parte, Extraños en un tren (1951) de la pluma original de una de las “reinas del misterio”, Patricia Highsmith, es un ejemplo perfecto de cómo Hitchcock tomaba una premisa literaria y la hacía suya. Colabor�� en el guion con otro escritor de novela negra, Raymond Chandler —quien se uniría a las filas de escritores que incursionaron en Hollywood—, aunque la relación fue tensa debido a diferencias creativas. Hitchcock amplificó los elementos de suspense y tensión en la versión cinematográfica, y añadió su toque personal al desarrollo de los personajes.

Psicosis

Pero el epítome de las adaptaciones es sin duda Psicosis (1960), cuya versión para la pantalla es infinitamente más influyente en la cultura popular que la literaria. El famoso largometraje está basado en la novela de Robert Bloch y es una de las películas más icónicas de Hitchcock, además de considerarse un hito en el cine de terror.

El director compró los derechos del libro de forma anónima y pidió a su equipo de producción que adquiriera todas las copias posibles para mantener el final en secreto. La película redefinió el género de terror y suspense, y la escena de la regadera se convirtió en una de las más famosas en la historia del cine.

La mayoría de las películas que ahora conocemos como hitchcockianas, incluyendo sus éxitos más emblemáticos, no habrían sido posibles sin las historias salidas de los libros. Afortunadamente, Alfred Hitchcock supo combinar ambos mundos de manera magistral. Si su relación con la literatura es poco conocida, toda la culpa es de él, tanto por no hablar casi nunca del tema, como por su maestría a la hora de tomar una historia, asesinarla, destazarla, esconder el cuerpo y hacerla cine.