Una tarde de noviembre de 1887 el doctor John Watson salía de un laboratorio químico muy intrigado por la deducción de que había estado en la guerra de Afganistán sin decir palabra de ello por parte del extraño hombre que acababa de conocer. Este hecho marcó el nacimiento del detective más influyente de todos los tiempos: Sherlock Holmes, una amistad literaria icónica y el final del primer capítulo de Estudio en escarlata, novela publicada en la revista Beeton's Christmas Annual donde hizo su primera aparición.

La popularidad y la persistencia del detective de Scotland Yard demostraron ser más fuertes de lo que su creador, Arthur Conan Doyle, había anticipado y su influencia en la cultura popular se puede encontrar hasta la actualidad. Todos los investigadores de ficción tienen algo de Sherlock Holmes, aunque no siempre sea tan evidente. Aquí te contamos la historia y la tremenda influencia de Holmes en la imagen del detective moderno.

Conan Doyle y Holmes: la mente maestra

Arthur Conan Doyle definía a su detective como una mezcla entre Auguste Dupin, protagonista de los relatos que fundaron el género policiaco de Edgar Allan Poe y el doctor Joseph Bell, precursor de la medicina forense y profesor del autor. Personajes que dotarían a Holmes de sus inconfundibles métodos de deducción en los que prácticamente se transformaba en un aparato racional desenmarañando crímenes a base de hilar detalles que llevaban a pequeñas deducciones las cuales, unidas, le devolvían la respuesta al misterio planteado.

El detective con el peculiar atuendo de gorra de cazador, pipa curva y nariz aguileña perfeccionó tanto el arte de la deducción que frecuentemente tildaba sus conjeturas de “elementales” justo antes de explicar cómo había llegado a ellas. Poseía una mente excepcional en la que sólo introducía datos y conocimientos útiles para su trabajo, ya que pensaba que lo demás solamente le quitaría espacio, dejando fuera aspectos tan básicos como la teoría heliocéntrica. Consumía algunas drogas de manera experimental entre caso y caso para estimular su cerebro cuando no lo usaba.

El arquetipo del detective holmesiano

Cuando el amigo del Dr. Watson le habla de Holmes antes de presentárselo en Estudio en escarlata, lo describe como un científico que raya en la falta de humanidad. Una característica que con frecuencia asociamos a los detectives es la frialdad que, a su vez, se relaciona con la racionalidad. Aunque Holmes suele mostrar un semblante imperturbable y distante, su pasión por resolver misterios resalta extraordinariamente, destacando frente a su habitual serenidad.

Holmes exhibe un ego que a veces roza la arrogancia, en muchas ocasiones esta actitud está plenamente justificada, pocas personas son capaces de usar la mente como él. Se deleita en dejar perplejos a los inspectores de policía, al Dr. Watson y a los propios lectores con sus brillantes deducciones. Es culpa suya también que los detectives de ficción pequen con frecuencia de soberbia.

Como todo héroe, se espera que tenga el coraje suficiente como para enfrentar a los criminales con valentía. Normalmente, no muestra temor alguno. Observa con serenidad escenas del crimen aterradoras y brutales, sin permitir que las supersticiones o los sucesos macabros le afecten, como puede verse en El sabueso de los Baskerville. En general, no se ve intimidado por las muchas amenazas que enfrenta, siendo precisamente ese riesgo intrínseco al crimen lo que lo atrae de su profesión.

La evolución cultural del gran detective

El ícono popular en el que se convirtió el personaje de Conan Doyle se manifestó con un sinfín de adaptaciones tanto literarias como audiovisuales de todo tipo desde el año 1900. No sorprende entonces que Sherlock Holmes ostente desde 2012 el récord Guinness al personaje literario humano más adaptado de la historia con más de 250 obras en las que aparece una versión de él.

Entre las más famosas están las películas dirigidas por Guy Ritchie y protagonizadas por Robert Downey Jr. en las que se retrata un detective confiado, excéntrico y astuto quien además, posee habilidades de artes marciales y se enfrenta a varios misterios basados en algunos relatos originales.

Otra de las adaptaciones más populares y modernas es la versión actualizada al siglo XXI en la serie de la BBC protagonizada por Benedict Cumberbatch en la piel de un Sherlock mucho más analítico y retraído y en quien se explota más la dicotomía de razón contra emoción al presentarlo con una capacidad de sentir afecto por ciertos personajes de la serie. Esta versión conserva muchas referencias y adaptaciones libres de los relatos de Doyle.

El detective inteligente y racional se convirtió en una efigie y característica principal de la novela negra, por lo que podemos encontrar rasgos holmesianos en detectives literarios tan emblemáticos como Hércules Poirot o Philip Marlowe. En una autobiografía, Agatha Christie admitió que “escribía en la tradición de Sherlock Holmes”.

Por supuesto, los detectives de la pantalla encarnan a la perfección muchas de las características de Sherlock como la excentricidad extrema de Monk, la arrogancia de Patrick Jane en El mentalista o la genialidad deductiva del Dr. House. Incluso Batman tiene una vena detectivesca muy adherida a la figura de Holmes, explotada en algunos cómics, así como en la película de 2022 The Batman donde se enfrenta al Acertijo.

Arthur Conan Doyle no imaginaba, en 1887, el gran impacto de ese personaje que cobró vida y cuya popularidad lo rebasó y llegó a cansarlo, al punto de matarlo en el relato “El problema final” a manos de su némesis, el profesor James Moriarty, sólo para resucitarlo años después. Sherlock Holmes es ya una institución literaria que sentó las bases de una modernidad en la que explicar el mundo era un intento de resistirse a la propia realidad.