Leigh Hasenbosch, protagonista de esta novela cuya acción se desarrolla en un futuro no muy lejano, crece en Rotterdam en el seno de una familia disfuncional. Desde muy pequeña la vida de Leigh se ve conectada de una u otra forma con el agua, el mar, el océano; primero porque su padre es ingeniero hidráulico, y luego, curiosamente, porque el mar le ofrece una forma de alejarse de él. Más adelante, Leigh estudia ecología marina y microbiología para después dedicarse a explorar el océano. Su experiencia le permite unirse a una expedición en América del Sur, en la costa del Caribe, para estudiar una fosa que parece mucho más profunda que la de las Marianas. Si bien el objetivo aparente de esta expedición es buscar oportunidades de explotación minera, pronto se vuelve evidente que la investigación va mucho más allá y busca indagar sobre los orígenes de la vida. Años después, Leigh es contratada por una agencia espacial internacional para estudiar algas y desarrollar a partir de ellas una fuente de proteína para viajes espaciales de larga duración. En este sentido, la tecnología de propulsión se ha desarrollado hasta el punto de permitir viajes a los límites del sistema solar. Y Leigh es invitada justamente a una misión que busca llegar a la nube de Oort para estudiar una serie de anomalías detectadas en esa región del espacio. Leigh no puede estar más entusiasmada; sin embargo, embarcarse en este viaje le supondría dejar a su familia y le impediría cuidar de su madre enferma.