David Freedberg en El poder de las imágenes, propone una lectura radicalmente distinta de lo que tradicionalmente entendemos como historia del arte. El autor lo advierte desde la página uno, este no es como otros libros de arte, sobre estilos, escuelas o movimientos artísticos, sino sobre algo mucho más cercano y poderoso, las emociones y reacciones que despiertan las imágenes en nosotros, los espectadores, sin importar el tiempo, la cultura o la clase social.

Desde pinturas veneradas hasta imágenes populares, Freedberg estudia cómo distintas personas, a lo largo de la historia, han respondido a las imágenes no sólo con la razón, sino con el cuerpo entero, desde la excitación, llanto, miedo, consuelo, devoción o violencia. El autor busca aquello que la historia del arte ha dejado de lado por considerarlo demasiado emocional o “primitivo”.

El poder de la imagen

La premisa central de Freedberg es inequívoca: las imágenes poseen un poder intrínseco. No se limitan a representar la realidad; la transforman, la evocan y, lo más importante, la provocan. Este poder es tan profundo que nos obliga a interrogarnos sobre la autenticidad de nuestras propias reacciones.

¿Por qué una escultura, inerte y fría, puede conmovernos hasta las lágrimas? ¿Por qué el terror nos invade al ver una película de horror, a pesar de saber que lo que presenciamos es pura ficción? ¿Por qué atesoramos con fervor las fotografías de nuestros seres queridos, sintiendo su presencia, mientras que destruimos aquellas imágenes que nos infligen dolor o nos traen recuerdos amargos?

Freedberg sostiene que estas reacciones no son ingenuas ni deben ser desestimadas como "bajas", incultas o irracionales. Por el contrario, son reflejos fundamentales de la condición humana, una constante que une a las sociedades que consideramos "primitivas" con las más sofisticadas y modernas.

La portada del libro "El poder de las imágenes" de David Freedberg

Desde el erotismo explícito en el arte renacentista, que despertaba pasiones y deseos, hasta las imágenes religiosas que ofrecían consuelo y esperanza a los condenados a muerte en la Italia del siglo XIV, existe un hilo conductor innegable: las imágenes nos afectan en lo más profundo de nuestro ser. Este impacto trasciende la mera apreciación estética; es una interacción que nos confronta con nuestras propias emociones, creencias y miedos.

El libro se sumerge en ejemplos históricos fascinantes que ilustran cómo las imágenes han sido tratadas, a lo largo de los siglos, como si tuvieran vida propia, como entidades con agencia. Algunas han sido besadas y adoradas con fervor casi religioso, otras han sido mutiladas y profanadas en actos de ira o desesperación, e incluso muchas han sido censuradas o destruidas por el temor a su inmenso poder.

La iconoclasia, la destrucción deliberada de imágenes por motivos religiosos, políticos o morales, es quizás la prueba más contundente del miedo ancestral que su impacto genera. Desde los debates bizantinos sobre la veneración de iconos hasta la quema de obras de arte consideradas "degeneradas" en regímenes totalitarios, la historia está plagada de ejemplos que demuestran que el poder de la imagen no es una metáfora, sino una fuerza tangible capaz de inspirar tanto devoción como destrucción.

Un enfoque interdisciplinario

La genialidad de Freedberg radica en su enfoque audazmente interdisciplinario. Su investigación no se limita a la historia del arte en su sentido más estrecho, sino que teje magistralmente hilos de la psicología, la antropología y la filosofía.

Desde la psicología, se estudia cómo vemos y sentimos. Esto se relaciona con lo que hay en nuestro cerebro. Se analizan fenómenos como la pareidolia.

La pareidolia es la tendencia a ver patrones en datos aleatorios, como rostros en las nubes. También se examina la empatía que sentimos por las figuras que vemos.

La fachada superior de un edificio rojo con dos ventanas arqueadas, detalles blancos y un techo verde.

La antropología le permite contextualizar las respuestas a las imágenes a través de diversas culturas, revelando patrones universales en la veneración de ídolos, el uso de máscaras rituales o la función de los tótems. La filosofía, por su parte, le proporciona las herramientas para cuestionar la naturaleza de la representación, la realidad y la percepción, invitándonos a reflexionar sobre si lo que vemos es simplemente una copia o si la imagen adquiere una existencia propia.

Freedberg argumenta que, para comprender verdaderamente el arte –y, por extensión, para comprendernos a nosotros mismos como seres humanos–, debemos ir más allá del análisis formalista que ha dominado gran parte de la academia.

No basta con diseccionar la composición, el color o la técnica; es imperativo atender a las respuestas emocionales y viscerales que, durante siglos, hemos intentado reprimir por pudor, por la presión del academicismo o por el miedo a ser percibidos como "irracionales". Él nos insta a despojarnos de esas inhibiciones y a abrazar la autenticidad de nuestra experiencia visual.

¿Y tú, cómo respondes ante una imagen?

El poder de las imágenes es una invitación a reconectar con nuestras emociones más profundas al mirar. No se trata simplemente de apreciar una obra de arte por su belleza o su valor histórico, sino de emprender un viaje introspectivo: ¿Qué nos hace sentir esta imagen? ¿Por qué experimentamos esa emoción particular? ¿Qué revela esa reacción sobre nuestra propia naturaleza humana, sobre nuestros miedos, deseos y aspiraciones?

Freedberg nos recuerda que ver no es un acto pasivo de recepción, sino una experiencia intrínsecamente activa y, a menudo, transformadora.

Un hombre con una chaqueta amarilla y gafas mirando el cuadro "La joven de la perla" de Vermeer en un museo.

En la era digital, donde las imágenes son ubicuas y se consumen a una velocidad vertiginosa, el mensaje de Freedberg cobra una relevancia aún mayor. Desde los filtros de las redes sociales que alteran nuestra percepción de la belleza, hasta las imágenes noticiosas que moldean nuestra comprensión de eventos globales, o la publicidad que manipula nuestros deseos, estamos constantemente expuestos a un torrente de estímulos visuales diseñados para provocarnos.

Entender el poder de estas imágenes es clave. Esto ayuda a desarrollar una buena alfabetización visual. También nos protege de la manipulación. Además, nos permite disfrutar más de la experiencia estética.

Si buscas un libro que desafíe tus preconcepciones sobre el arte y te obligue a pensar de una manera radicalmente nueva sobre lo que realmente te conmueve, este es el título indicado. Es una lectura esencial para amantes del arte, estudiantes de psicología, filósofos, antropólogos, o simplemente para cualquier persona que alguna vez se haya sentido profundamente interpelada por una imagen sin poder articular el porqué.

David Freedberg nos ofrece las herramientas para desentrañar ese misterio, para entender que el arte no es solo algo que miramos, sino algo que, en su esencia más profunda, nos mira de regreso.

Descubre por ti mismo el impacto de este libro fundamental. Atrévete a dejar que una imagen cambie tu forma de mirar el mundo y, quizás, tu forma de entenderte a ti mismo.