Con los niveles de ansiedad y estrés bajo los que vivimos en la actualidad no es difícil entender por qué el interés en la meditación se disparó en los últimos años. Estudios muestran que la lista de los beneficios de meditar se manifiestan física y mentalmente: desde combatir fibromialgia o psoriasis, hasta disminuir los síntomas de depresión o síndrome de estrés postraumático, y la lista sigue. Cuando la meditación empezó a ganar popularidad, la ciencia también empezó a voltear a ver esta práctica. 

La ciencia conoce la meditación 

Los medicamentos y terapias clínicas funcionan para muchas personas. “Pero también existen muchas otras que no se benefician de éstos de la misma forma. Hay una gran necesidad de enfoques alternativos”, menciona Benjamin Shapero, un instructor de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard.   Uno de los descubrimientos científicos más interesantes es que meditar constantemente logra que la mente aprenda a desasociarse de las narrativas que creamos sobre nosotros mismos, que son constantes en padecimientos como depresión o ansiedad. Estas ideas están cableadas de una manera específica en el cerebro  Cuando estamos en piloto automático —es decir, nuestra atención no está concentrada en una tarea específica—, los nodos que conectan nuestra corteza cerebral con el sistema límbico, encargado de regular nuestras emociones y comportamiento, se activan. Así se crea una película en la cabeza: una serie de pensamientos, esperanzas y sueños que refuerzan estas historias propias.  La meditación interrumpe este proceso, trayendo la atención al presente y permitiendo salir del loop infinito. Con ayuda de la práctica, es más sencillo hacer la paz con esos pensamientos. No eliminarlos por completo, si no cambiar la relación con éstos y calmar a la voz interna que no para y logra ser paralizante en muchas ocasiones. (Existen otro tipo de estudios respecto a la ciencia y la meditación de los que no hablaremos aquí, pero puedes consultar en esta nota.) 

Equilibrio entre mente y cuerpo 

Saliendo de la mente y bajando al cuerpo, los beneficios de la meditación también aparecen en la parte del ser que podemos tocar, ver y escuchar. Al relajar las señales nerviosas que controlan la función del corazón, hay estudios que demuestran que meditar ayuda a controlar la presión sanguínea, la presión basal de la sangre y el ritmo cardíaco cuando se está en estado de alerta bajo situaciones estresantes.    Es posible que si ya no eras parte de los 500 millones de personas en el mundo que meditan, al saber que hay datos científicos que validan la práctica, ahora la posibilidad de meditar empiece a rondar tu cabeza. Ya estás con los ojos cerrados sin moverte, ¿ahora qué? Lo primero que tienes que tener en mente es que no existe una mala práctica.   Dependiendo del aspecto en el que te quieres enfocar, prueba diferentes estilos de meditación: intenta con mantras, meditaciones guiadas o sonidos relajantes. Investiga más a fondo sobre técnicas como el mindfulness o yoga. Ve identificando cómo se va sintiendo en el cuerpo y en la mente. La clave está no en apagar el ruido mental, sino hacer de esos pensamientos tus amigos.