El idioma español es una de las lenguas más vivas y cambiantes del mundo. Lo hablan más de 500 millones de personas y es, después del inglés, uno de los idiomas más estudiados a nivel global.

En su diversidad encontramos matices regionales que lo enriquecen constantemente, desde el español de España, viajando hasta las múltiples variantes de América Latina, cada país, cada comunidad, cada ciudad, cada poblado, ha aportado vocablos, giros y expresiones que muestran la historia y la identidad de sus hablantes.

En México, el español se ha convertido en un reflejo de la pluralidad cultural del territorio. Se nutre tanto de raíces indígenas, como el náhuatl, maya, otomí, mixteco, entre muchas otras lenguas originarias y ha seguido creciendo gracias a la creatividad popular, al contacto con otras lenguas y, sobre todo, con la literatura.

El español de México

Una de las características más notables del español de México es su capacidad para reinventarse. Imáginate no solamente adopta préstamos de otras lenguas, sino que también genera expresiones propias que, con el tiempo, se consolidan en el habla cotidiana. Muchas de esas palabras, que al inicio pertenecían a un ámbito local o popular, lograron encontrar un espacio al aparecer en la literatura.

La literatura mexicana ha jugado un papel fundamental en la difusión del léxico nacional, escritores como Sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVII, Mariano Azuela durante la Revolución Mexicana, y narradores del siglo XX como Juan Rulfo, Carlos Fuentes o Nellie Campobello (por mencionar algunos) no sólo retrataron personajes y paisajes, sino que también preservaron la forma de hablar del pueblo.

La literatura como puente cultural

La literatura no es más que un puente cultural y un reflejo de la sociedad, cuando una palabra popular aparece en un poema, una novela o un cuento, adquiere una nueva dimensión. Deja de ser únicamente un término de la calle, algo que sólo escuchas decir a alguien por ahí, y se convierte en testimonio escrito, la literatura hace a las palabras parte de la memoria colectiva.

La literatura, en este sentido, funciona como un puente, es decir, lleva expresiones del habla cotidiana a un público más amplio, las legitima y, en muchisímas ocasiones, las inmortaliza. Gracias a este proceso, hoy podemos identificar palabras que pasaron del habla popular a la literatura, y que después regresaron a la vida diaria reforzadas, más visibles y más presentes.

Nuestro español en la literatura mexicana

A continuación, exploramos siete términos que, aunque nacieron en el habla popular, encontraron en las páginas de grandes obras su camino hacia la inmortalidad.

1. Chamba

“Mi primera chamba” decían hace poco en redes sociales, esta palabra, usada para referirse al “trabajo”, se popularizó en México a mediados del siglo XX. Aparece en crónicas urbanas y relatos costumbristas donde los personajes hablan de buscar “chamba”. Escritores como José Agustín y la llamada “literatura de la onda” la fijaron en el imaginario juvenil. Hoy es imposible pensar en el español de México sin ella.

2. Cuate

Derivada del náhuatl cuāitl, que significa “gemelo”, la palabra "cuate" se transformó hasta adquirir el sentido de “amigo”, aunque todavía se usa también con su significado original. Juan Rulfo la utilizó en El llano en llamas para reforzar la cercanía entre personajes campesinos. Gracias a la literatura, se consolidó como una de las palabras más entrañables del español de México.

La portada de El llano en llamas de Juan Rulfo.

3. Chido

Sinónimo de “bueno”, “bonito” o “agradable”, el término “chido” se extendió gracias a la narrativa urbana del siglo XX. Aunque su origen exacto es discutido y un poco difuso, la literatura contemporánea la empleó para dar voz a personajes juveniles y citadinos. Hoy es parte del vocabulario informal de todas las generaciones.

4. Compadre

Palabra de gran peso cultural en México. Se define como 'padrino de un niño con respecto a los padres de este, y también el padre respecto a los padrinos'. En plural, “compadres” nombra a ambos lados de esa relación. Sin embargo, su uso se expandió para designar a un amigo cercano o para dirigirse con afecto y camaradería a otro hombre: “¡Buenos días, compadre!”.

La literatura se ha encargado de registrar esta riqueza semántica, como en Cartucho de Nellie Campobello, por ejemplo, aparece la frase “Ya me voy. Mi compadre se queda para curarse”, donde la palabra refleja vínculos de solidaridad y confianza.

La portada de Cartucho de Nellie Campobello

5. Chingar

Quizá una de las palabras más estudiadas por lingüistas y literatos. Octavio Paz dedicó un célebre ensayo en El laberinto de la soledad a explicar sus múltiples significados, que van desde la violencia hasta el ingenio popular. Su aparición en la literatura ayudó a comprender la complejidad cultural detrás de esta palabra.

En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas estas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.

La portada de El laberinto de la soledad de Octavio Paz.

6. Mole

Más que un platillo, el mole es un símbolo cultural. La literatura mexicana, desde crónicas coloniales hasta novelas modernas, lo ha presentado como emblema de fiesta y tradición. Autores como Alfonso Reyes lo mencionaron para situar al lector en un espacio profundamente mexicano. El español de México, una vez más, tirando más mole que arroz, dirían en el barrio.

7. Jacal

Jacal o jacalito, esta palabra, proveniente del náhuatl xacalli (“casa de paja”), aparece en textos revolucionarios y en descripciones rurales. Mariano Azuela, en Los de abajo, la utiliza para retratar la precariedad y la realidad campesina. Hoy sigue vigente para referirse a viviendas humildes en el campo.

Y los invitó a que metieran a Demetrio en su jacal. Pancracio, Anastasio Montañés y la Codorniz se echaron a los pies de la camilla como perros fieles, pendientes de la voluntad del jefe. Los demás se dispersaron en busca de comida.

Estas siete palabras son apenas una pequeña muestra de cómo la literatura y la vida cotidiana se retroalimentan. Lo que en un inicio fue un término popular encontró en los libros un espacio de permanencia, y después regresó al habla común con una nueva fuerza. El español de México es, en gran medida, el resultado de esta interacción constante entre lo oral y lo escrito, lo culto y lo popular.