En la historia que nos han contado del boom latinoamericano, hay nombres, sobre todo de mujeres, que han sido relegados a la sombra de sólo cuatro figuras. Entre ellos, el de Elena Garro ocupa un lugar particularmente injusto.

Dramaturga, narradora, periodista y figura polémica, Garro fue la autora de una de las novelas más importantes del siglo XX, Los recuerdos del porvenir (1963), una obra fundamental para comprender la configuración de la narrativa latinoamericana contemporánea.

A pesar de su relevancia, su nombre no suele figurar junto a los de García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes o Cortázar cuando se habla del Boom latinoamericano. Sin embargo, su novela anticipa y modela muchos de los elementos que luego se asociarían con el realismo mágico. Este artículo busca rescatar su figura, repasar su vida y explicar por qué Los recuerdos del porvenir es una obra fundacional del género, así como una pieza indispensable para entender la literatura de América Latina.

Una escritora marcada por la contradicción

Elena Garro nació en Puebla en 1916, aunque pasó gran parte de su infancia en Iguala, Guerrero. Desde pequeña mostró interés por las artes: estudió danza, teatro y letras, y llegó a trabajar como periodista y guionista. Su vida estuvo atravesada por contrastes como el de ser una mujer profundamente creativa, pero también una figura incómoda para las élites culturales de su tiempo.

En 1937 se casó con el poeta Octavio Paz, con quien vivió en España durante la Guerra Civil y posteriormente en Francia. Esta relación, marcada por tensiones y desigualdades, ha sido interpretada como un factor clave en la manera en que Garro fue tratada por el mundo literario. Mientras Paz se consolidaba como una figura central de la poesía latinoamericana, Garro luchaba por obtener reconocimiento propio y diferenciar su voz literaria de la de su esposo.

Su postura política también contribuyó a su marginación. Tras el movimiento estudiantil de 1968 en México, Garro denunció públicamente la represión del gobierno y acusó a varios intelectuales de callar ante los hechos en una serie de reportajes en la revista Por qué.

Pero lo que la llevó a ser estigmatizada y señalada como traidora, obligándola a vivir largos periodos de exilio en Estados Unidos, España y Francia, fue la manipulación de esas declaraciones por parte del gobierno mexicano y la élite intelectual del momento, encabezada por Octavo Paz. Este distanciamiento forzado del país significó también el enfriamiento de su recepción crítica, pues durante décadas su obra circuló en condiciones desiguales.

Esta combinación de factores —género, política, rivalidades personales— hizo que su obra fuera relegada durante mucho tiempo, a pesar de su calidad e innovación. Garro se convirtió en un personaje rodeado de mitos, acusaciones y silencios, pero su literatura nunca dejó de ser un referente para quienes se acercaban a ella con atención.

Una obra fundacional del realismo mágico

En 1963, Elena Garro publicó Los recuerdos del porvenir, su primera novela y, para muchos críticos, su obra maestra. La escribió en 1953, diez años antes de verla publicada, lo que revela hasta qué punto su visión literaria se adelantaba a las corrientes que dominarían después.

Ambientada en Ixtepec, un pueblo ficticio del sur de México durante la Guerra Cristera, la novela combina historia, mito y memoria colectiva en una narrativa que desafía el tiempo lineal. El relato avanza y retrocede, difuminando las fronteras entre lo que fue y lo que será. El título mismo sugiere esta paradoja: recordar el porvenir.

La portada del libro "Los recuerdos del porvenir" de Elena Garro.

La voz narradora es, de hecho, el propio pueblo, que recuerda y anticipa a la vez. Este recurso convierte a Ixtepec en un personaje más, dotado de una conciencia que atraviesa generaciones. El tiempo en la novela es circular, fragmentado, une pasado, presente y futuro en un mismo plano narrativo.

En la novela, lo sobrenatural se presenta como algo natural: los muertos conversan con los vivos, el tiempo se detiene, y los destinos parecen escritos de antemano. Este tratamiento de lo fantástico dentro de un contexto histórico real es una de las características esenciales del realismo mágico, una técnica que permite narrar la violencia y la memoria con un lenguaje poético sin abandonar la cotidianidad.

Si bien el término se popularizó con Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, Los recuerdos del porvenir ya exploraba esa fusión entre realidad y magia mucho antes. Las únicas obras que tal vez insertarían dudas sobre esta afirmación son El reino de este mundo y Los pasos perdidos de Alejo Carpentier. Sin embargo, estas novelas se alinean más hacia lo que el propio autor definió como real maravilloso.

Conviene señalar que, a diferencia del realismo mágico, donde lo extraordinario se integra en lo cotidiano sin romper su lógica interna, el real maravilloso enfatiza lo mítico, lo deslumbrante y lo extraordinario como parte de una cosmovisión cultural específica. Garro, con su propuesta, se sitúa claramente en la primera vertiente, dotando a su obra de un realismo mágico que anticipa las formas narrativas más influyentes de la región.

Elena Garro, la gran ausente del Boom latinoamericano

El llamado Boom latinoamericano, fenómeno editorial y cultural de las décadas de 1960 y 1970, catapultó a la fama a varios escritores del continente. Sin embargo, pocas mujeres formaron parte de ese núcleo visible. Elena Garro, a pesar de tener una novela que encajaba perfectamente en las características del momento, quedó fuera del grupo.

Las razones son múltiples. Por un lado, las redes editoriales y de promoción estaban dominadas por hombres, y Garro no tuvo el mismo acceso a ellas que sus colegas masculinos. Por otro, su personalidad franca y sus críticas al círculo intelectual mexicano la aislaron de figuras clave que podrían haberla respaldado.

Además, su conflicto con Octavio Paz, quien tenía gran influencia en el mundo literario, parece haber jugado un papel importante en su exclusión. La narrativa del Boom se construyó con un núcleo masculino, y la voz de Garro, aunque innovadora, fue silenciada en ese relato. Tampoco ayudó que, tras el 68, su posición política la colocara en la mira de un Estado autoritario y de una comunidad intelectual que prefirió deslindarse de ella.

En años recientes, sin embargo, la figura de Elena Garro ha sido objeto de un rescate paulatino. Su obra ha sido reeditada por distintas editoriales, se han organizado congresos académicos en torno a ella, y nuevas generaciones de lectores y críticos se han acercado con un interés renovado. Este rescate no sólo reivindica a la escritora, sino que también cuestiona la manera en que se construyen los cánones literarios.

Varias autoras contemporáneas, como Cristina Rivera Garza, han reconocido en Garro una influencia clave, no sólo por su estética literaria, sino por su valentía para abordar temas incómodos como la represión, la violencia y el papel de las mujeres en la historia. Para las escritoras mexicanas más jóvenes, Garro se convierte en una figura de resistencia frente a la exclusión, y en un ejemplo de cómo la literatura puede dialogar con la memoria colectiva.

Una fotografía en blanco y negro de la autora Elena Garro.

Elena Garro fue, y sigue siendo, una figura esencial para comprender la literatura latinoamericana. Los recuerdos del porvenir anticipó el realismo mágico y lo dotó de una perspectiva de una mujer que observaba la historia desde los márgenes, consciente de las heridas colectivas y del peso del tiempo. Al releerla hoy, no sólo descubrimos la riqueza de su obra, sino también la urgencia de repensar los relatos que se nos han transmitido sobre qué voces merecieron brillar.

Que su nombre no apareciera en las listas del Boom no disminuye su relevancia; al contrario, la convierte en un símbolo de las muchas voces que quedaron fuera por razones ajenas al mérito literario. Su literatura, recuperada en el presente, confirma que los recuerdos del porvenir de Garro no eran también una declaración, la certeza de que el futuro la recordaría con justicia.