Ni siquiera el trío de hermanas escritoras más importante de la literatura universal se pudo salvar de publicar sus obras bajo nombres masculinos para contrarrestar el escrutinio tanto a ellas mismas como a sus obras. Charlotte, Emily y Anne Brontë tuvieron que ocultar su autoría detrás de los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell.

Sometidas al aislamiento social y azotadas por la tuberculosis, las hermanas Brontë vinieron al mundo casi exclusivamente para escribir algunas de las novelas más representativas de la literatura inglesa. En este artículo, nos adentramos en su historia, una llena de sufrimiento pero también de genialidad.

La hermandad de la escritura

Nacidas en Yorkshire, las hermanas Brontë tenían un vínculo que solamente la marginación social y económica puede forjar. Crecieron en el aislamiento del páramo de Yorkshire, en la rectoría de Haworth, donde su padre, el reverendo Patrick Brontë, era párroco.

Tras la temprana pérdida de su madre en 1821, su tía Elizabeth Branwell se unió al hogar para cuidar de los seis hijos, además de enseñarles a leer y escribir, aritmética y bordado. En 1825 fallecen de tuberculosis María y Elizabeth, las dos hermanas mayores, muertes que, junto a la de su madre, marcarían el inicio de la llamada “maldición de las Brontë” que Magali T. Ortega nos cuenta en Chismecito Literario Vol. 1.

La educación de las tres hermanas constó de varios periodos en internados, experiencias que, aunque breves y a menudo difíciles, influyeron en sus perspectivas del mundo y en los temas que explorarían en su escritura. Tras regresar a Haworth, la falta de oportunidades sociales en el remoto entorno —no tuvieron propuestas de matrimonio y fueron institutrices— las llevó a encontrar consuelo y estimulación en su propia compañía y en el florecimiento de su escritura.

Desde una edad temprana, las hermanas Brontë se dedicaron a la escritura, crearon mundos literarios fantásticos, como Angria —inicialmente desarrollado por Charlotte y su hermano Branwell, pero en el que ella continuó escribiendo extensamente— y Gondal —un universo más privado, compartido principalmente por Emily y Anne—.

A pesar de las limitadas oportunidades para las mujeres en la sociedad victoriana, las hermanas Brontë aspiraban a una carrera literaria. Sus experiencias en un mundo lleno de pérdidas se tradujeron en novelas que exploraban las complejidades de la emoción, la moralidad y la condición femenina con una franqueza y una profundidad sin precedentes para su época.

Los ejes narrativos de las Brontë

Las novelas de las Brontë exploran la complejidad del amor en sus múltiples facetas, desde la pasión avasalladora hasta la ternura silenciosa. Criticaron abiertamente las rígidas estructuras sociales y las profundas desigualdades de género que limitaban las vidas de las mujeres. Se sumergieron también en las profundidades de la moralidad, la religión y la espiritualidad.

En Jane Eyre, Charlotte Brontë se centró en la lucha por la autonomía femenina y la igualdad dentro de las estructuras sociales victorianas. La novela presenta una protagonista que busca la independencia intelectual, emocional y económica, y que se niega a conformarse con un papel sumiso. El amor se explora como una búsqueda de compañerismo basado en la igualdad y el respeto mutuo. Charlotte incluso aborda temas de clase social, hipocresía religiosa y la importancia de la integridad individual.

Emily Brontë nos presenta un amor muy distinto en su única novela, Cumbres borrascosas. Aquí nos adentramos en las fuerzas elementales de la pasión, el amor obsesivo y la venganza. El amor en Cumbres borrascosas es una fuerza destructiva ligada a la tierra y a los retorcidos lazos familiares. La novela también cuestiona las nociones románticas idealizadas del amor y presenta una visión más cruda y apasionada de la existencia.

La más pequeña de las Brontë ofreció una crítica social más directa y realista. La situación precaria de las institutrices, las desigualdades de género en el matrimonio y el alcoholismo son temas abordados en las dos novelas de Anne Brontë. Agnes Grey ilumina las duras realidades y la falta de respeto que enfrentaban las mujeres que trabajaban como institutrices, mientras que La inquilina de Wildfell Hall nos trajo a una mujer que abandona a su marido alcohólico para proteger a su hijo.

Supervivencia literaria

Debido a los prejuicios victorianos, las hermanas Brontë tuvieron que enviar su primer manuscrito —un poemario de autoría en conjunto— bajo los nombres de los hermanos Currer, Ellis y Acton Bell.

El panorama literario del siglo XIX estaba dominado por hombres, y las mujeres escritoras a menudo eran relegadas a un segundo plano, juzgadas con condescendencia o simplemente ignoradas. La elección de los seudónimos Currer, Ellis y Acton Bell no fue un capricho, sino una estrategia de supervivencia en la que los nombres conservaban la inicial de cada una de las hermanas.

Fue el éxito arrollador de Jane Eyre bajo el nombre de Currer Bell lo que finalmente atrajo la atención del público y la crítica, generando curiosidad sobre su autor, y del que se sospechaba sería autor también de Cumbres borrascosas y Agnes Grey.

Charlotte reveló la verdadera autoría de las novelas tras la muerte de todos sus hermanos, que se fueron a causa de la tuberculosis en menos de dos años. Gracias a la revelación, Charlotte alcanzó mucha notoriedad, viajó mucho y conoció a quien sería su primera biógrafa, Elizabeth Gaskell, cuya biografía de la escritora buscó desarrollar su reputación, otro chisme que nos cuenta Magali T. Ortega en Chismecito Literario Vol. 2.

Virginia Woolf dijo alguna vez que “En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer”, hoy sabemos que también muchos nombres de autores masculinos escondieron a las más tenaces escritoras empecinadas en hackear el sistema para poder publicar sus obras.

La historia de las hermanas Brontë es una de resistencia que se manifestaba con el simple hecho de escribir. Sus nombres, sus verdaderos nombres, son los que pasaron a la historia y son los que hoy leemos. Charlotte, Emily y Anne Brontë son un claro ejemplo de cómo la escritura puede ser una forma de lucha contra las injusticias de una época.